La Nube y su Sueño de Vainilla
En un rincón del cielo, había una nube llamada Nubi. Nubi era diferente a las otras nubes; mientras que las demás se divertían haciendo formas de animales o cubriendo el cielo de diferentes colores, Nubi solo podía pensar en un sueño: convertirse en un delicioso helado de vainilla.
- ¡Quiero ser un helado de vainilla! - decía Nubi, mientras flotaba suavemente entre los rayos del sol.
Sus amigas nubes la miraban con curiosidad.
- ¿Pero por qué querrías eso? - preguntó Ciri, una nube esponjosa. - Ser un helado no es tan divertido como ser una nube, ¡podemos volar y jugar todo el día!
- Sí, pero un helado de vainilla trae felicidad a los niños - explicó Nubi, recordando cómo los pequeños disfrutaban de un día caluroso con un helado en la mano. - Quiero hacer sonreír a la gente.
Un día, mientras Nubi soñaba con su destino helado, escuchó la risa de varios niños en el parque. Se asomó entre los limpios rayos del sol y vio a una niña llorando porque no tenía helado para disfrutar en el calor. Nubi sintió un fuerte impulso en su corazón.
- ¡Debo hacer algo! - decidió Nubi. Y, aunque sabía que no podía cambiarse a sí misma, comenzó a concentrarse.
Durante horas, se llenó de pensamientos dulces y cremosos. Se imaginó haciendo nevar pequeñas chispas de nieve blanquísima que los niños pudieran disfrutar, como si fueran copos de helados. De repente, comenzó a gotear. Por primera vez, no caían gotas de lluvia, sino pequeños copos de nieve suave y dulce.
- ¡Miren! - gritó Ciri, señalando a Nubi. - ¡Miren lo que está haciendo!
Los niños en el parque levantaron la vista, sus ojos se abrieron de sorpresa.
- ¡Es nieve! - exclamó la niña triste, dejando de llorar.
Nubi sonrió desde el cielo y continuó llenando el aire con su suavidad. Empezó a descender lentamente hasta que, de repente, se dio cuenta de que algo raro pasaba.
- ¡Espera! - gritó Ciri. - ¡No puedes bajar así! Podrías deshacerte por completo.
- Pero quiero ayudar a la niña - insistió Nubi. - Quiero que todos puedan disfrutar.
Justo en ese momento, una brisa fresca pasó volando y le susurró,
- Nubi, a veces puedes ser lo que deseas sin tener que renunciar a lo que eres. Puedes hacer que los niños sean felices siendo una nube.
Nubi se detuvo un instante y se dio cuenta de la palabra de la brisa. Tal vez no necesitaba ser un helado, sino que podía usar su poder para crear algo igualmente especial.
Con determinación, comenzó a girar y encoger su forma, creando nubes más pequeñas que se esparcían por el cielo. De cada una de esas nubes, comenzó a formar copos de nieve más suaves, que flotaban y caían en los niños.
Los pequeños reían y alzaban las manos para atrapar la nieve. Pronto, la niña triste también estaba riendo, girando y atrapando los copos que caían del cielo.
- ¡Gracias, nube! - gritó la niña. - ¡Eres mágica!
Nubi sintió un calor en su corazón que nunca había sentido antes.
- ¡Soy una nube hermosa! - pensó mientras jugaba con los niños. - No necesito convertirme en un helado de vainilla para hacer feliz a la gente.
Desde aquel día, Nubi dejó de soñar con ser un helado y, en cambio, se dedicó a crear momentos de alegría. Aprendió que su esencia era especial, y que ser una nube era ser parte de las sonrisas de los niños en el parque.
Así, cada vez que un niño veía caer la nieve en un cálido día, sabía que Nubi estaba allí, haciendo que el mundo fuera un lugar más dulce y más alegre, y dándose cuenta de que su verdadero destino era ser feliz siendo ella misma.
FIN.