La Odisea de Sofía y los Gritos Inútiles



Había una vez, en un pequeño barrio de Buenos Aires, una niña llamada Sofía. Sofía era una niña muy inteligente, pero había un pequeño problemita: cada vez que se encontraba con una tarea que le resultaba difícil, ¡gritaba! Gritaba tan fuerte que a veces se asustaba incluso a su perro, Rocco.

Un día, su maestra, la Sra. Martínez, dio una clase sobre cómo resolver problemas. La Sra. Martínez era muy querida entre los niños, y siempre animaba a sus alumnos a no rendirse.

"Recuerden, chicos, cada problema tiene una solución, solo hay que buscarla con calma y creatividad", dijo con una sonrisa.

Sofía la escuchó atento, y cuando le entregaron una tarea complicada sobre matemáticas, sintió que su corazón empezaba a latir rápido.

"¡Rayos! No entiendo nada de esto", gritó, mientras hacía que todos en clase la miraran, incluso el gato que estaba en la ventana.

La Sra. Martínez se acercó y se agachó a su lado.

"Sofía, ¿por qué no intentas leer los pasos despacio? A veces, gritar no ayuda a resolver el problema."

Sofía hizo pucheros, pero solamente podía pensar en lo difícil que le parecía la tarea.

"No puedo, Sra. Martínez, quiero que alguien lo haga por mí porque no sé qué hacer".

La Sra. Martínez sonrió y le propuso un trato.

"¿Qué tal si hacemos un juego? Cada vez que sientas que te desesperas, en vez de gritar, podemos hacer un ruido divertido juntos. Por ejemplo: ‘¡BOING! ’ ¿Te animas?"

Sofía, confusa pero intrigada, aceptó el reto. Al principio, cada vez que tenía que resolver una suma, su reacción natural era gritar. Pero, apenas lo iba a hacer, recordaba la sugerencia y decía:

"¡BOING!"

Y algo curioso empezó a suceder: recordaba que podía buscar la solución a su problema en lugar de quedarse atrapada en el grito. Así comenzó a practicar y a darse cuenta de que una vez dejaba de gritar, podía pensar mejor.

Días después, había un examen sorpresivo. La situación se hacía cada vez más complicada para Sofía. Cuando vio las preguntas, un grito casi se le escapó.

"¡No puede ser! ¡Esto es imposible!"

Pero antes de hacer un escándalo, recordó su trato con la Sra. Martínez y decidió probar otra técnica. Se puso a respirar profundo y dijo:

"¡BOING! Voy a empezar con la primera porque nunca me rendiré!"

Así fue como, poco a poco, Sofía resolvió las preguntas una por una. Cuando entregó su examen, se sintió muy orgullosa.

Cuando llegó a casa, su mamá la saludó y le preguntó:

"¿Cómo te fue hoy?"

Sofía, llena de emoción, dijo:

"¡Fue genial! No grité y pude resolver las preguntas del examen."

Su mamá la abrazó y le sonrió.

"Estoy tan orgullosa de vos, Sofía. Cada vez que te enfrentas a un desafío y encuentras una solución, te haces más fuerte!"

A partir de ese día, Sofía no solo dejó de gritar, sino que también se convirtió en la persona a la que sus amigos buscaban cuando no podían resolver algo, porque ella había aprendido que todo problema tiene solución y lo más importante, que siempre es mejor enfrentar los desafíos con calma.

Y así, Sofía encontró su voz, pero la usó para alentar a otros y poner en práctica lo aprendido, convirtiéndose en una gran líder y amiga.

FIN.

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