La Oficina de los Deseos



Había una vez en un pequeño pueblo, dos amigos llamados José y Héctor. Un día, mientras exploraban el bosque cercano, descubrieron una puerta oculta detrás de unos arbustos.

Intrigados, decidieron abrirla y se encontraron con una oficina muy peculiar. Al entrar, vieron a un hombre mayor con barba blanca sentado detrás de un escritorio lleno de papeles y libros. El hombre les sonrió y les dijo: "Bienvenidos a la Oficina Mágica.

Aquí podrán pedir un deseo cada uno, pero cuidado con lo que eligen". José y Héctor se miraron emocionados. No podían creer que estuvieran en un lugar tan especial. José fue el primero en hablar: "Quiero ser el mejor futbolista del mundo".

En ese momento, una luz brillante envolvió su cuerpo y sintió cómo sus piernas se volvían más ágiles. "¡Increíble! ¡Me siento más fuerte ya!", exclamó José emocionado. Luego le llegó el turno a Héctor.

Él pensó por un momento y finalmente dijo: "Quiero ser capaz de ayudar a los demás siempre que lo necesiten". De repente, sus manos comenzaron a brillar con una luz cálida y reconfortante. "¡Wow! ¿Qué está pasando? ¡Es genial!", gritó Héctor sorprendido.

El hombre les explicó que sus deseos venían acompañados de responsabilidades y desafíos. Les dio unas pulseras mágicas que les recordarían su compromiso. José decidió poner a prueba su nueva habilidad jugando al fútbol con los niños del pueblo.

Demostró ser increíblemente talentoso e inspiró a todos a esforzarse al máximo en lo que amaban hacer. Héctor utilizó su poder para ayudar en el comedor comunitario, donde preparaba alimentos para las personas necesitadas.

Su energía positiva era contagiosa y logró reunir a más voluntarios para colaborar juntos por una buena causa. Un día, la Oficina Mágica desapareció misteriosamente dejando solo las pulseras como recuerdo de su paso por allí.

José y Héctor entendieron entonces que la magia verdadera estaba dentro de ellos todo el tiempo; solo tenían que creer en sí mismos y usar sus dones para hacer del mundo un lugar mejor.

Y así, entre risas y aventuras, José y Héctor siguieron adelante compartiendo amor, bondad y amistad dondequiera que fueran.

FIN.

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