La Oficina de los Sueños



Había una vez una oficina pública llamada "La Oficina de los Sueños". En ella trabajaban un grupo de funcionarios que, aunque parecían muy amables, tenían algunos conflictos que ni ellos mismos entendían. Cada uno tenía su forma de hacer las cosas, y eso empezaba a generar problemas.

Un día, la jefa, la señora Rosa, convocó a todos para una reunión. "Chicos, siento que algo no anda bien entre nosotros, y necesitamos hablar sobre ello" - dijo, con su voz suave pero firme.

Los demás personajes de la oficina eran Tomás, un contador meticuloso; Lucía, una diseñadora creativa; y Facundo, un administrativo desorganizado pero muy simpático. Cada uno tenía su propia manera de trabajar, y eso era lo que causaba los conflictos.

"Yo no entiendo por qué Facundo siempre deja todo para último momento" - se quejó Tomás. "Eso me hace perder tiempo en mis informes".

"Pero yo tengo un estilo más libre de trabajo, Tomás" - respondió Facundo, encogiendo los hombros. "No todos somos robots, ¿no?".

Lucía, tratando de apaciguar la situación, intervino diciendo: "Chicos, tal vez deberíamos encontrar una forma de combinar nuestras habilidades. Todos somos buenos en algo, ¿no?".

Rosa asintió y propuso una idea brillante: "¿Qué tal si hacemos un mural en esta oficina donde cada uno pueda expresar sus sentimientos y opiniones? Eso podría ayudarnos a ver nuestras diferencias de una manera creativa".

Con entusiasmo, todos se pusieron manos a la obra. Tomás empezó a escribir en post-it todos los problemas que veía en el trabajo; Facundo decidió dibujar en el mural un gran sol, representando su deseo de que todos sean felices; y Lucía pintó muchas flores que simbolizaban la creatividad.

Mientras trabajaban, empezaron a charlar más entre ellos. "¿Sabías que a veces me siento presionado por tu perfeccionismo, Tomás?" - confesó Facundo, mientras pintaba.

"Y, a mí me pasa lo mismo, pero al revés. A veces siento que te esfuerzas tanto en buscar lo divertido que te olvidas de lo importante" - respondió Tomás.

Rosa observaba, satisfecha. "Esto es genial, chicos, el arte no solo es hermoso, también nos hace reflexionar sobre nuestro trabajo y sobre nosotros mismos".

Cuando terminaron, el mural era un verdadero reflejo de sus personalidades. Había espacio para la perfección, la creatividad y la simpatía, todos se sentían representados. Al final, la oficina dejó de sentirse como un lugar tenso y comenzó a transformarse en un entorno colaborativo.

"Miren lo que creamos juntos" - dijo Lucía, sonriendo. "Este mural es un recordatorio de que nuestras diferencias son lo que nos hace únicos y fuertes".

A partir de ese momento, en "La Oficina de los Sueños", los conflictos no desaparecieron, pero se volvieron más fáciles de manejar. Ahora, se trataban con respeto, y aprendieron que la comunicación era clave para resolver cualquier desacuerdo. Al final, Rosa se sintió orgullosa de su equipo, pues habían aprendido a trabajar juntos, aprovechando sus diferencias para mejorar su ambiente laboral y alcanzar sus sueños.

Y así, cada vez que alguien se sentía desconectado, miraba el mural y recordaba que juntos podían enfrentar cualquier desafío. La oficina se llenó de risas, creatividad y, sobre todo, comprensión.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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