La olla de palabras mágicas


Había una vez un pequeño pueblo llamado Encantia, donde vivía el mago Oliverio. Oliverio era un hombre amable y dulce, conocido por su gran habilidad para hacer magia con palabras.

Un día, mientras paseaba por el bosque encantado de Encantia, Oliverio encontró una olla mágica llena de palabras brillantes y coloridas. Emocionado por su descubrimiento, decidió llevarla a casa y estudiarla en profundidad.

Al llegar a su hogar, Oliverio se sentó frente a la olla magnífica y comenzó a examinar las palabras cuidadosamente. Descubrió que cada palabra tenía un poder especial y único: algunas eran capaces de curar heridas, otras podían hacer crecer flores en segundos e incluso había unas que podían convertir la tristeza en alegría.

Oliverio sabía que debía compartir esta maravillosa magia con los habitantes del pueblo. Entonces decidió organizar un evento especial en la plaza principal de Encantia para enseñarles cómo utilizar las palabras mágicas.

La noticia se corrió rápidamente por todo el pueblo y al día siguiente la plaza estaba llena de personas ansiosas por aprender sobre la magia de las palabras. El mago Oliverio subió al escenario con su olla magnífica y comenzó a explicar cómo funcionaba.

"¡Buenos días, queridos amigos! Hoy les mostraré el poder que tienen las palabras cuando las usamos adecuadamente", dijo emocionado Oliverio. Los niños estaban especialmente entusiasmados y se acercaron más al escenario para no perderse ni una sola palabra del mago.

El primer ejercicio consistía en utilizar las palabras mágicas para crear un arco iris. Oliverio les enseñó a los niños a pronunciar las palabras "colores brillantes" con mucha alegría y entusiasmo.

Al instante, un hermoso arco iris apareció en el cielo, llenando de asombro a todos los presentes. Los adultos también estaban impresionados y seguían atentamente cada palabra que salía de la boca del mago. El siguiente ejercicio era un poco más complicado.

Oliverio explicó que las palabras pueden tener diferentes efectos dependiendo de cómo se utilicen. Para demostrarlo, pidió a una niña llamada Martina que repitiera la palabra —"amor"  varias veces mientras pensaba en alguien a quien quisiera mucho.

Martina cerró los ojos y susurró suavemente la palabra —"amor" . De repente, una luz cálida comenzó a rodearla y todos pudieron sentir el amor que emanaba de ella. Los padres se abrazaron emocionados, sintiendo el amor entre ellos y hacia sus hijos.

El último ejercicio fue el más importante. Oliverio les recordó a todos que las palabras tienen el poder de hacer daño si no se usan correctamente.

Les pidió a los niños que imaginaran una situación difícil en la que alguien les hubiera dicho algo hiriente. "Ahora quiero que piensen en una palabra mágica para contrarrestar ese dolor", dijo Oliverio con seriedad. Los niños reflexionaron por un momento y luego dijeron juntos: "-Perdón".

Al instante, todas las heridas imaginarias desaparecieron y fueron reemplazadas por sonrisas sinceras y abrazos de reconciliación. El mago Oliverio se sintió muy orgulloso de todos los habitantes de Encantia. Habían aprendido una valiosa lección sobre el poder de las palabras y cómo usarlas para hacer el bien.

A partir de ese día, las palabras mágicas se convirtieron en una parte importante de la vida en Encantia.

Los niños las utilizaban para resolver conflictos, los adultos las usaban para expresar amor y gratitud, y todos juntos construyeron un pueblo lleno de armonía y felicidad.

Y así, gracias a la olla magnífica llena de palabras mágicas del mago Oliverio, Encantia se convirtió en un lugar donde la magia siempre estaba presente y donde cada palabra era cuidadosamente elegida para crear un mundo mejor.

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