La Oruga que Soñaba con Volar
Era un hermoso día en el jardín. El sol brillaba sobre las flores multicolores, y había una pequeña oruga llamada Oliva que se movía lentamente de hoja en hoja. Aunque el paisaje era espectacular, Oliva no podía disfrutarlo como quisiera.
Cada vez que veía a las mariposas revoloteando por el aire, con sus alas de colores vibrantes, su corazón se llenaba de celos.
"¿Por qué ellas pueden volar y yo no?"- se preguntaba.
Sus amigas, las hormigas, se daban cuenta de su tristeza.
"Oliva, no te pongas así. ¡Mirá lo hermosa que sos!"- le dijo Antonia, la más pequeña de las hormigas.
"Pero no puedo volar como ustedes, se sienten tan libres"- respondió Oliva, arrastrándose por una hoja.
"Aún no, pero algún día podrás hacerlo. Ten paciencia"- sugirió Carla, la hormiga más sabia.
Pero a la pequeña oruga no le gustaba la idea de esperar. Ella quería volar YA.
Día tras día, Oliva seguía su rutina, pero su tristeza no se reducía. Una tarde, se sentó bajo un árbol y, al mirar a las mariposas que danzaban en el aire, decidió que necesitaba encontrar una forma de volar.
"Si no puedo volar, buscaré a alguien que me ayude"- pensó la oruga.
Oliva se armó de valor y comenzó a preguntar a todos los insectos del jardín. Preguntó a una abeja, a una libélula y hasta a un viejo grillo. Todos la miraban y sonreían.
"Lo siento, Oliva. No sé cómo hacerte volar"-, le decía cada uno.
Finalmente, encontró un viejo sapo que parecía tener más sabiduría que los demás.
"¿Cómo puedo ser como las mariposas?"- le preguntó con sinceridad.
El sapo sonrió y le contestó.
"Querida oruga, para llegar a ser mariposa, primero debes pasar por un proceso. Los cambios requieren tiempo y paciencia. Al final, recibirás el regalo de volar, pero tienes que abrazar tu viaje".
Oliva se quedó un momento en silencio. No podía entender completamente, pero sintió que había algo especial en lo que el sapo había dicho.
Retornó con sus amigas hormigas, y al día siguiente, decidió que lo intentaría. Empezó a prepararse para transformarse. Como si los vientos del destino la guiaban, buscó hojas suaves donde se sintió segura y, poco a poco, se hizo un capullo.
La espera fue larga y difícil. A veces, sentía que no podría salir, que no se convertiría en mariposa. En esos momentos, se acordaba de las palabras del viejo sapo y de lo importante que era el proceso.
Finalmente, un hermoso día, sintió un movimiento dentro del capullo. Su cuerpo comenzó a cambiar y cuando rompió el capullo, se sintió diferente.
Con cautela, extendió sus nuevas alas y observó los colores deslumbrantes que brillaban al sol.
"¡Soy una mariposa!"- exclamó mientras volaba por primera vez.
Las mariposas que antes la hacían sentir celosa ahora la rodeaban.
"Mirá, es Oliva, la oruga que se convirtió en mariposa"- decían mientras la animaban a volar.
Desde ese día, Oliva comprendió lo maravilloso que era el viaje de vida y cómo cada etapa tenía su propósito. Ella ya no sentía celos, sino una profunda alegría por haber esperado y perseverado.
Las hormigas la saludaron con alegría.
"Te lo dijimos, Oliva. Ahora puedes volar"- gritaron emocionadas.
Y en ese vasto y colorido jardín, la mariposa Oliva voló alto, libre como nunca. A partir de entonces, ella también alentaba a otros a abrazar su propio viaje, asegurando que cada etapa era igualmente hermosa y valiosa.
Los celos se convirtieron en admiración, y la mariposa nunca se olvidó de ser una oruga.
Así aprendió que cada quien tiene su propio tiempo para brillar y que lo importante es creer en uno mismo.
Y colorín colorado, ¡este cuento se ha terminado!
FIN.