La oruguita valiente



Había una vez una pequeña oruguita llamada Oliver. Oliver era muy especial, tenía un pelaje suave y brillante de color verde esmeralda, pero lo que más destacaba eran sus grandes ojos curiosos y su sonrisa radiante.

A pesar de ser tan encantador, Oliver tenía un problema: nadie quería ser su amigo. Todos los animales del jardín se burlaban de él por no tener alas como las mariposas. "¡Eres solo una oruga fea!", le decían con crueldad.

Esto entristecía mucho a Oliver, quien anhelaba tener amigos con quienes jugar y compartir aventuras. Un día soleado, mientras caminaba tristemente por el jardín, se encontró con Lucas, un caracol muy sabio y amable.

Lucas notó la tristeza en los ojos de Oliver y decidió acercarse a él para ofrecerle consuelo. "Hola, pequeña oruguita. Veo que estás triste ¿Qué te pasa?", preguntó Lucas con voz tranquila.

Oliver miró a Lucas tímidamente antes de responder: "Nadie quiere ser mi amigo porque no tengo alas como las mariposas". Lucas sonrió comprensivamente y dijo: "Mi querido amigo Oliver, todos somos diferentes y eso es lo que nos hace especiales. No necesitas alas para encontrar amigos verdaderos".

Oliver levantó la cabeza intrigado y preguntó: "¿Cómo puedo encontrar amigos sin alas?"Lucas explicó pacientemente: "Lo primero que debes hacer es creer en ti mismo y mostrarles a los demás lo increíblemente especial que eres.

Luego, busca actividades en las que puedas destacarte y compartir tus habilidades únicas con los demás". Oliver reflexionó sobre las palabras de Lucas y decidió seguir su consejo. Comenzó a explorar el jardín en busca de aventuras emocionantes.

Descubrió que era increíblemente rápido para trepar árboles y podía hacer figuras sorprendentes con sus hilos de seda. Un día, mientras demostraba su habilidad para tejer una hermosa telaraña, todos los animales del jardín se detuvieron asombrados. Nunca antes habían visto algo tan maravilloso.

"¡Eres realmente talentoso, Oliver!", exclamó María, una mariquita muy simpática. "¡Queremos ser tus amigos!", agregaron corriendo hacia él otros insectos del jardín. Oliver sonrió radiante y aceptó la amistad de todos ellos.

Juntos jugaron, rieron y exploraron el mundo mágico del jardín. Con el tiempo, llegó el momento en que Oliver comenzó a sentir cosquilleos en su espalda. Al mirarse al espejo, descubrió que le estaban creciendo unas hermosas alas multicolores.

Ahora era una mariposa espléndida.

Pero lo más importante fue darse cuenta de que tener alas no había sido lo que le dio amigos verdaderos; fue su valentía para mostrar quién era realmente y compartir sus talentos con los demás lo que lo hizo especial. Desde ese día, Oliver nunca olvidaría la importancia de valorarse a sí mismo y aceptar a los demás tal como eran.

Y así vivió feliz junto a sus amigos en ese hermoso jardín, donde todos aprendieron que la verdadera amistad no se basa en las apariencias, sino en el corazón y el respeto mutuo.

FIN.

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