La oveja y sus raras amigas



En un tranquilo campo argentino, había una oveja llamada Lía. Lía era diferente a las demás ovejas: mientras todas sus amigas amaban pastar y hacer bolitas de lana, Lía soñaba con aventuras lejanas y la diversión que podría encontrar en mundos nuevos. Un día, mientras estaba recostada bajo un árbol, escuchó unas risas que provenían de un arbusto cercano.

"¿Quién está ahí?" - preguntó Lía curiosa.

Del arbusto emergieron tres amigas: una cabra llamada Cati, una tortuga llamada Tina y un pato llamado Pipo.

"¡Hola! Somos Cati, Tina y Pipo. ¿Querés jugar con nosotras?" - exclamó Cati, saltando de un lado a otro.

Lía, emocionada, aceptó. A partir de ese momento, Lía se unió a juegos de saltar, nadar y explorar. Sin embargo, a medida que pasaban los días, se dio cuenta de que sus nuevas amigas eran bastante distintas y se comportaban de formas inesperadas.

"¿Por qué nadás con tantas plumas, Pipo?" - le preguntó Lía un día.

"Porque a veces me gusta sentirme libre y ligero como una pluma en el agua. ¡Intentalo!" - le respondió Pipo con su sincera risa.

Aunque a Lía le costaba, decidió intentarlo. Chocó con el agua y comenzó a chapotear, riéndose como nunca. Pero Lía aún se sentía un poco miedosa por no saber nadar muy bien.

Un día, las amigas decidieron organizar una carrera hasta el viejo roble en el otro lado del campo. Cati, siempre enérgica y veloz, se preparó para salir disparada. Tina, en cambio, prefería el paso lento y seguro, mientras que Pipo se mantenía tranquilo, nadando un poco y luego corriendo por la orilla del arroyo.

Todos dieron la señal y comenzaron la carrera. Pero al poco tiempo, Lía se quedó atrás. Se sintió frustrada y a punto de rendirse, cuando escuchó la voz firme de Tina.

"¡Lía! No importa si llegás primero o última, lo importante es disfrutar el camino. ¡Vamos!" - dijo Tina, sonriendo con su personalidad calmada.

Con esas palabras, Lía recordó lo especial que era haber encontrado nuevas amigas. Aceleró el paso con más alegría, disfrutando de los saltos y las risas por el camino. De repente, escucharon un grito fuerte.

"¡Ayuda!" - era un pequeño ratón que había quedado atrapado en un arbusto. Las amigas se miraron preocupadas.

"¿Qué hacemos?" - preguntó Cati, nerviosa.

"¡Yo voy!" - dijo Cati atrevidamente, mientras se acercaba al arbusto. Pero al intentarlo, quedó atrapada también.

"No puedo dejar que mis dos amigas se queden atrapadas. ¡Yo lo intentaré!" - dijo Lía, mientras se acercaba al arbusto y movía un poco las ramas con su hocico. Con mucho esfuerzo, logró liberar a Cati y al ratón.

"¡Lo hiciste, Lía! ¡Sos una heroína!" - exclamó Pipo.

Lía sonrió feliz, sintiendo que aunque era diferente, había demostrado que podía ser valiente y ayudar a sus amigas. A partir de ese día, ya no se preocupaba tanto por ser diferente. En cada aventura con Cati, Tina y Pipo, Lía aprendió a usar sus propias habilidades y a no rendirse, aunque los otros parezcan mejor en algunas cosas.

Así, Lía se dio cuenta de que ser diferente era una gran fortaleza. Siempre habría un lugar para la oveja soñadora y sus raras amigas. Juntas, se embarcaron en muchas más aventuras, sabiendo que cada una aportaba algo único al grupo. Y lo más importante, aprendieron a siempre apoyarse y celebrar sus diferencias.

Desde ese día, Lía nunca dejó de soñar, y cada vez que había una nueva aventura por vivir, sus corazones latían al unísono porque sabían que juntas podían lograrlo todo.

FIN.

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