La Ovejita Valiente y el Zorro Hambriento



Era una noche oscura y estrellada en el campo. Una ovejita blanca llamada Lulú paseaba por el prado, disfrutando la tranquilidad de la noche. De repente, un ruido atrapó su atención. Lulú se paralizó, sintiendo cómo su corazón latía fuerte en su pequeño pecho.

"¡Ay! ¿Quién está ahí?" - murmuró Lulú, asustada.

Justo en ese momento, un zorro de pelaje rojizo apareció entre los arbustos. Su mirada astuta dejaba en claro que tenía hambre.

"Hola, pequeña ovejita. Soy Zorrito, el zorro. ¿Qué haces tan solita en la oscuridad?" - preguntó el zorro, con una sonrisa que no parecía muy amigable.

"Me... me gusta pasear bajo las estrellas..." - contestó Lulú, temblando un poco.

"¿Te gustaría ser mi cena?" - Zorrito se acercó cautelosamente, con sus ojos brillantes.

Lulú, aterrorizada, dio un paso atrás. "¡No! No quiero ser tu cena. ¡Por favor!".

Pero en el fondo, Lulú sabía que no podía permitir que el zorro la atrapara. Así que tuvo una idea.

"¿Y si mejor jugamos un juego?" - sugirió Lulú, intentando sonar valiente.

"¿Un juego? ¿Y qué juego podríamos jugar?" - Zorrito se detuvo, genuinamente curioso.

"Podemos jugar a esconderme y buscar, ¡pero solo si prometes no comerme!" - Lulú sonrió, confiando en que su idea funcionaría.

Zorrito parpadeó, sorprendido por la propuesta. "Está bien, jugaremos. Pero no olvides que soy muy bueno buscando cosas..."

Lulú, llena de nervios, empezó a contar. "Uno, dos, tres..." Y mientras contaba, pensó en un plan. Cuando llegó a diez, empezó a buscar un lugar seguro.

Zorrito, por su parte, movió la cola emocionado y comenzó a buscar por todas partes.

La ovejita escondió su pequeño cuerpo detrás de un arbusto espeso, tratando de no hacer ruido. Mientras el zorro correteaba, comenzó a mirar a su alrededor con atención.

"¿Dónde estará esa ovejita tan astuta?" - murmuró Zorrito, buscando debajo de un roble.

Lulú aprovechó el tiempo. "Si puedo salir de esto, tendré que ser más lista la próxima vez", pensó.

Después de un rato, Zorrito comenzó a cansarse. "No puedo creer que esta oveja sea tan buena en esconderse. Quizás desde hace tiempo que no como..." - se dijo, mientras miraba al cielo.

Finalmente, Lulú decidió salir de su escondite.

“¡Sorpresa! ¡Te encontré! ” - gritó, asomándose entre las ramas del arbusto.

"¡Pero si nunca te encontré! ¡Estás muy cerca!" - se rascó la cabeza Zorrito, algo confundido.

Lulú aprovechó el momento. "¿Sabés qué? Si me prometés no comerme, puedo mostrarte otro juego que es muy divertido. ¡Es el juego de la amistad!"

Zorrito se quedó pensando mientras sus ojos brillaban. "¿Un juego de la amistad? ¿Eso existe?"

"¡Claro! Es un juego donde podemos ayudarnos mutuamente y ser amigos. Si jugamos juntos, podríamos reirnos y compartir muchas historias. Entonces, nunca más tendrás que sentir hambre porque podrás encontrar la felicidad en los amigos, no solo en la comida."

Zorrito sintió que su estómago no era lo único que había estado vacío. "Quizás lo que me falta no es solo comida, sino amigos como vos".

"¡Por supuesto!" - dijo Lulú,

"Vamos, probemos a ser amigos. Te contaré sobre mis aventuras en el prado, ¡y vos me cuentas las de tu bosque!"

Desde aquel día, Lulú y Zorrito se hicieron grandes amigos. Jugaron y compartieron historias, y Lulú enseñó a Zorrito que la amistad vale más que cualquier bocado.

El zorro aprendió que podía encontrar satisfacción en tener amigos y aprender de ellos. La ovejita y el zorro demostraron que no importa cuán diferentes seamos, siempre podemos encontrar la manera de ser amigos.

Y mientras la noche se llenaba de risas y amistad, la ovejita y su nuevo compañero aprendieron juntas que, a veces, lo más valioso no es lo que comemos, sino a quienes llevamos en el corazón.

Así, aquella noche oscura se iluminó de alegría y cariño. Y, colorín colorado, esta historia ha terminado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!