La paciencia de Lucía



Lucía era una niña muy impaciente. Siempre quería que todo sucediera al instante y no le gustaba esperar. Por esa razón, a menudo las cosas le salían mal. Un día, Lucía estaba jugando en el parque con su amiga Ana.

Estaban construyendo un castillo de arena, mientras Ana le decía: "Lucía, ten paciencia, si apuras las cosas el castillo no quedará bien".

Pero Lucía no le prestaba atención y continuaba moviéndose de un lado a otro, intentando terminar el castillo lo más rápido posible. De repente, el castillo se derrumbó. Lucía se frustró y empezó a llorar. En ese momento, apareció la señora Marta, una anciana que solía pasear por el parque.

-¿Qué te pasa, pequeña? -preguntó la señora Marta con una cálida sonrisa. Lucía le contó lo que había pasado y la señora Marta le dijo: "La paciencia es una virtud, querida. A veces, las cosas toman tiempo pero el resultado vale la pena".

Lucía reflexionó sobre las palabras de la señora Marta y decidió que quería ser una persona más paciente. A partir de ese día, cada vez que sentía que la impaciencia se apoderaba de ella, se recordaba las palabras de la señora Marta.

Pronto, Lucía empezó a ver cambios en su vida. Sus tareas en la escuela mejoraron, sus relaciones con su familia y amigos se fortalecieron y hasta sus juegos se volvieron más divertidos.

Un día, Lucía y Ana volvieron al parque y construyeron un castillo de arena. Lucía, esta vez, tomó su tiempo, escuchó los consejos de Ana y disfrutó de cada momento. El castillo quedó hermoso y Lucía se sentía muy orgullosa.

Desde entonces, Lucía comprendió que la paciencia no solo le traía mejores resultados, sino que también la hacía una mejor persona. Y así, Lucía vivió feliz aprendiendo a ser paciente y disfrutando cada momento con calma y alegría.

FIN.

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