La Paciencia en el Patio
Era un día soleado en el colegio San Juan, donde los alumnos llenaban los patios con risas y juegos. En un rincón tranquilo, bajo la sombra de un gran árbol, se encontraban Ana, una niña de 14 años, y Lucas, su hermano de 7. Aunque eran muy diferentes en edad, compartían una especial conexión que los hacía hablar de todo.
-Ana, ¿por qué a veces los maestros nos dicen que tengamos paciencia? -preguntó Lucas, mientras jugueteaba con un caracol que había encontrado.
-Porque a veces hay cosas que llevan tiempo, Lucas. A veces tenemos que esperar para aprender algo nuevo -respondió Ana, sonriendo.
-¿Como cuando estoy esperando que se me teja el rompecabezas? ¡Me muero de ganas de terminarlo! -dijo el niño, frunciendo el ceño.
-Sí, exacto. Pero la paciencia también nos enseña a disfrutar del proceso -contestó Ana. Ella recordaba cuántas veces había tenido que esforzarse para obtener buenas notas, y cómo cada momento de estudio valía la pena al ver los resultados en sus exámenes.
-¿Y si alguien no tiene paciencia? -preguntó Lucas con curiosidad, mirando cómo un grupo de chicos jugaba al fútbol en el patio.
-Puede perderse de muchas cosas interesantes. Como cuando esperas que una planta crezca. Si la riegas todos los días y le das sol, eventualmente florecerá -explicó Ana, mientras pensaba en la pequeña maceta que tenían en casa.
-Mmm... ¿y si quiero que crezca rápido? -preguntó Lucas, con el ceño fruncido nuevamente.
-Cuando queremos que algo pase rápido, a veces nos pone un poco ansiosos. Pero si tenemos paciencia, podemos disfrutar del viaje -respondió Ana suavemente.
En ese momento, un grupo de amigos se acercó, interrumpiendo la conversación. Estaban celebrando que habían ganado un partido de fútbol.
-¡Lucas! Vení a jugar con nosotros -invitó su amigo Tomi.
-¡Sí! Vamos, Ana, vení también -agregó otro chico.
Ana miró a su hermano y luego a los chicos.
-Espero que al menos te lleves un tiempo para practicar el juego. Una buena estrategia te puede llevar lejos en el fútbol. No se trata solo de correr rápido -le dijo a Lucas, recordando la lección de paciencia que estaba compartiendo.
-¡Es verdad! -gritó Lucas, emocionado, mientras corría hacia el grupo.
En el campo de fútbol, Lucas se unió al juego, pero al poco tiempo, se dio cuenta de que no estaba jugando muy bien. Se frustró y comenzó a pensar en rendirse.
-¡Ana! No puedo hacer esto. ¿Para qué tener paciencia si no juego bien? -gritó, exhausto, mientras se alejaba de la cancha.
Ana, que lo había estado observando, se acercó a él.
-¿Qué pasó, Lucas? -preguntó con voz tranquila.
-¡No puedo jugar! No sé patear la pelota como los grandes -respondió, cruzando los brazos.
-Pero Lucas, ¿te acordás de lo que hablamos? Aprender a jugar bien a veces requiere tiempo. Recuerda el rompecabezas, te llevó paciencia armarlo, y ahora estás casi por completarlo. -dijo Ana, con una sonrisa amable.
Lucas miró al suelo por un momento y luego levantó la mirada, pensando en lo que dijo.
-Tenés razón. Una vez me faltaban varias piezas, y nunca pensé en rendirme -asintió lentamente.
Exactamente. Lo que importa es disfrutar el juego y cada intento. Y una vez que sepas hacerlo, serás un gran jugador -añadió Ana, mientras le daba una palmadita en la espalda.
Lucas respiró hondo, regresó al campo de juego, decidido a seguir jugando. Con cada intento, fue encontrando su ritmo y mejorando su técnica.
Poco después, sus amigos comenzaron a animarlo.
-¡Eso es, Lucas! ¡Patea como lo hiciste en casa! -gritó Tomi mientras Lucas hacía su mejor esfuerzo, y su sonrisa se iba ampliando.
Finalmente, al final del partido, Lucas sintió que había aprendido algo importante.
-Gracias, Ana. ¡Tenías razón! La paciencia de seguir practicando me ayudó a sentirme mejor. -dijo emocionado.
-Anímate, siempre hay tiempo para mejorar. Y recuerda, la paciencia es una de las mejores herramientas que tenemos para aprender -contestó Ana con una sonrisa de orgullo.
Lucas se sintió feliz y satisfecho, y juntos regresaron al árbol bajo el cual todo había comenzado. Ana le había mostrado, una vez más, que la paciencia no solo se trata de esperar, sino también de disfrutar el viaje de aprender y crecer.
Y así, en el patio del colegio, el sol se ponía y una nueva lección se sembraba en el corazón de los dos hermanos. La paciencia no es solo esperar, es amar el proceso que nos lleva a las cosas que más deseamos.
FIN.