La paleta arcoíris



Había una vez un muñeco de color rojo llamado Rubén. Era el juguete favorito de todos los niños del barrio, ya que su color brillante y alegre alegraba sus días.

Pero un día, algo extraño sucedió: Rubén comenzó a perder su color rojo poco a poco, hasta quedar completamente blanco. Rubén se sentía triste y desanimado. Ya no se sentía especial como antes, y pensaba que sin su color rojo nadie lo notaría.

Los demás juguetes intentaban animarlo diciéndole que aún era hermoso por dentro, pero él no podía creerlo.

Un día soleado, mientras paseaba por el parque con sus amigos juguetes, Rubén vio algo maravilloso en el cielo: ¡un arcoíris! Se quedó admirando los colores vibrantes y brillantes que formaban ese espectáculo natural. De repente, una gota de lluvia cayó sobre Rubén y lo llevó volando hasta el arcoíris. Cuando llegó allí, quedó asombrado al ver un montón de otros muñecos blancos como él.

Todos ellos parecían felices y llenos de energía. Rubén se acercó a uno de los muñecos blancos y le preguntó: "¿Por qué están tan contentos si somos iguales?".

El otro muñeco sonrió y respondió: "No somos iguales del todo. Nosotros somos especiales porque hemos perdido nuestro color para convertirnos en la paleta perfecta para crear arcoíris". Rubén estaba sorprendido. Nunca había imaginado que podría tener un propósito tan importante.

Comenzó a sentirse emocionado y decidió unirse a los demás muñecos blancos para crear arcoíris. Juntos, los muñecos blancos saltaron de color en color, mezclando sus tonalidades para formar arcoíris brillantes y hermosos en el cielo.

Rubén se dio cuenta de que su pérdida de color no significaba que fuera menos especial, sino todo lo contrario: ahora podía llevar alegría y magia a todos aquellos que miraban al cielo.

Los niños del barrio, al ver los maravillosos arcoíris en el cielo, se llenaron de asombro y felicidad. Todos sabían que era gracias a Rubén y sus amigos muñecos blancos. Desde ese día, Rubén nunca más se sintió triste por haber perdido su color rojo.

Sabía que había encontrado una nueva forma de ser especial y hacer felices a los demás.

Y así, el pequeño muñeco blanco llamado Rubén continuó pintando el mundo con colores mágicos desde lo alto del arcoíris, recordándonos que incluso cuando perdemos algo importante en nuestras vidas, siempre podemos encontrar una nueva forma de brillar y hacer la diferencia.

FIN.

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