La paleta gigante de Mateo


Había una vez un niño llamado Mateo, a quien le encantaban las golosinas.

Cada vez que pasaba por la tienda de caramelos del barrio, sus ojos se iluminaban y su boca comenzaba a salivar imaginando todos los dulces que podría probar. Un día, Mateo decidió juntar todas las monedas que tenía en su alcancía para darse un verdadero festín de golosinas.

Con paso decidido y el corazón acelerado de emoción, entró a la tienda y se encontró con una sorpresa: el dueño había puesto un cartel que decía "¡Concurso de la golosina más grande! El ganador se lleva un premio especial". Mateo no lo podía creer.

No solo tendría la oportunidad de disfrutar de sus dulces favoritos, sino que también podría participar en un concurso. Sin dudarlo ni un segundo, se anotó y recibió una enorme paleta como desafío.

"¡Vamos Mateo, tú puedes lograrlo!", se animó a sí mismo mientras comenzaba a saborear la paleta con entusiasmo. Los días pasaron y Mateo seguía luchando por terminar esa gigantesca golosina. A veces pensaba en rendirse, pero recordaba el premio especial y volvía a motivarse.

Sus amigos lo alentaban desde afuera de la tienda, gritándole palabras de ánimo cada vez que lo veían darle una mordida a la paleta. Finalmente, llegó el último día del concurso.

Mateo estaba exhausto, con la lengua colorida y los labios pegajosos por tantas horas dedicadas a chupar aquella paleta interminable. Con determinación, dio el último lametazo y levantó triunfante los brazos.

El dueño de la tienda aplaudió emocionado y le entregó a Mateo su merecido premio: una caja llena de golosinas variadas y coloridas, además de una medalla dorada que lo nombraba como el campeón del concurso. "¡Felicidades Mateo! Eres todo un ganador", dijo el dueño con orgullo. Mateo saltaba de alegría mientras compartía sus dulces con todos los presentes.

Aquel día aprendió que con esfuerzo y perseverancia se pueden alcanzar grandes metas, incluso si se trata de terminar una enorme paleta en un concurso inesperado.

Desde entonces, cada vez que pasaba por la tienda de caramelos del barrio, recordaba aquella experiencia como un hermoso recuerdo lleno de sabor y enseñanzas sobre nunca rendirse ante los desafíos que nos presenta la vida. Y así siguió disfrutando no solo de las golosinas, sino también del dulce sabor del éxito obtenido gracias a su valentía y determinación.

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