La paleta mágica de Noemí Ruiz



Era un caluroso día en San Juan, Puerto Rico, y en el corazón de la ciudad vivía Noemí Ruiz, una artista de artes visuales muy querida por todos. Sus colores vibrantes y sus hermosas obras inspiraban a niños y adultos por igual.

Un día, mientras paseaba por el mercado, Noemí escuchó a un grupo de niños hablando sobre un viejo mural en una esquina olvidada de la ciudad.

"¿Viste cómo se está desvaneciendo ese mural?" - dijo Lía, una niña con una gran melena rizada.

"Sí, parece que nadie se preocupa por eso" - contestó Julián, con su gorra al revés.

"¡Deberíamos hacer algo!" - agregó Sofía, levantando el índice como si acabase de tener una gran idea.

Noemí se sintió atraída por su conversación y se acercó.

"Hola, chicos. ¿De qué hablan tan animadamente?"

"Hola, señora. Hablamos sobre el mural que se está perdiendo. Nadie lo cuida y se ve muy triste" - dijo Julián.

Noemí sonrió y decidió contagiarlos de su pasión por el arte.

"¿Les gustaría ayudarme a revivir ese mural?"

"¡Sí!" - exclamaron los niños al unísono.

El siguiente día, Noemí preparó una tarde llena de colores, pinceles y, sobre todo, muchas ganas. Reunió a los niños en su estudio y les enseñó a mezclar pinturas.

"Si combinamos estos colores, podemos crear algo maravilloso" - les dijo mientras mostraba su paleta.

"Pero, ¿y si no sale bien?" - preguntó Lía, un poco insegura.

"El arte no es solo hacer algo bonito; es también divertirse y disfrutar del proceso. No se preocupen, ¡lo importante es intentarlo!" - respondió Noemí con una gran sonrisa.

Con los ojos brillantes de emoción, los niños comenzaron a trabajar. Se llenaron las manos de colores y de risas. Cada uno aportó sus ideas, creando un proyecto colaborativo. Pero, de repente, cuando estaban a punto de salir hacia el mural, un fuerte viento sopló y voló los dibujos que habían hecho.

"¡No! Nuestros bocetos!" - gritó Julián.

"No podemos rendirnos, amigos. Esto es solo un pequeño contratiempo" - dijo Noemí con confianza.

La artista, con su pensamiento positivo, impulsó a los niños a seguir adelante. Juntos, comenzaron de nuevo. Esta vez, decidieron que cada uno haría un segmento del mural, reflejando sus sueños y esperanzas.

"Voy a pintar una mariposa, porque quiero volar por el mundo" - dijo Lía.

"Yo haré un río, porque siempre quiero fluir y adaptarme" - agregó Julián.

"Y yo voy a dibujar una flor, porque amo la naturaleza" - dijo Sofía, sonriendo.

Poco a poco, el mural empezó a cobrar vida. Todos los colores y formas se unieron como un gran abrazo de amistad. Pero, en medio de todo esto, un grupo de chicos más grandes apareció y comenzó a burlarse de su trabajo.

"¿Esto es lo que hacen? Es solo un garabato" - dijo uno de ellos, riéndose.

"¿Quién se atreve a pintar aquí?" - agregó otro.

Los niños se sintieron desanimados, pero Noemí interrumpió esos pensamientos.

"No dejen que los demás los hagan sentir menos. El arte es una expresión personal y único. No importa lo que piensen ellos" - dijo, con voz firme.

"Vayamos a terminarlo, ¡y que vean lo que realmente podemos hacer!" - insistió Noemí, motivándolos.

Con determinación, los niños regresaron al mural y continuaron trabajando. Con cada pincelada, llenaron el muro de su alegría, sus risas y su coraje. Cuando finalmente terminaron, el mural era una explosión de colores y creatividad.

"¡Increíble!" - gritaron todos al ver su obra terminada.

La noticia del mural se esparció, y la gente de San Juan comenzó a visitarlo. Muchos elogiaron el trabajo y comprendieron el verdadero significado del arte: una forma de comunidad y expresión individual.

"¡Espectacular! ¡Nunca había visto algo así!" - decía un anciano que pasaba.

"Esto me hace sentir feliz y conectado a mi ciudad" - comentó una mujer.

Así, la paleta mágica de Noemí y el esfuerzo de los niños transformaron no solo un viejo mural, sino también su comunidad, haciendo de San Juan un lugar más colorido y unido. Noemí comprendió que el arte tiene el poder no solo de embellecer espacios, sino también de unir corazones y mentes, siempre con un toque de amor y dedicación.

A partir de ese día, Noemí y los niños siguieron creando juntos, recordando siempre que lo más importante no era el resultado final, sino la magia del proceso y el apoyo que se brindan entre ellos.

Y así, entre colores y risas, comenzó una nueva aventura en la artística vida de Noemí Ruiz y sus pequeños amigos.

Fin.

FIN.

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