La Paloma Hambrienta y la Vieja Amiga Blanca



Había una vez en un tranquilo parque de Buenos Aires, una paloma llamada Pía. Pía era una palomita curiosa y un poco traviesa, siempre estaba volando por la plaza buscando cosas para comer. Un día, mientras picoteaba migas de pan en el suelo, se dio cuenta de que su pancita roncaba. ¡Tenía hambre!"¡Oh, no! Tengo que encontrar algo delicioso para comer", pensó Pía mientras miraba a su alrededor.

Mientras Pía volaba buscando en cada rincón del parque, se encontró con su vieja amiga, la abeja Beatriz.

"¡Hola, Pía! ¿Por qué estás tan preocupada?" preguntó Beatriz, zumbando alegremente.

"¡Hola, Beatriz! Tengo mucha hambre y no encuentro nada rico para comer", respondió Pía con un suspiro.

"No te preocupes, tengo una idea. ¡Vamos a buscar flores! Hay un jardín lleno de flores espectaculares donde seguro hay miel. ¡Te puedo ayudar a buscar algo rico!", sugirió Beatriz.

Pía se entusiasmó con la idea y ambas amigas se pusieron en marcha hacia el jardín. En el camino, encontrando grandes flores, Pía se dio cuenta de que aunque no podía comer miel, disfrutaba volar junto a su amiga.

"¡Mirá esas flores coloridas!", dijo Beatriz.

"¡Son hermosas! Pero yo quiero comida, no flores", respondió Pía, un poco decepcionada.

Cuando llegaron al jardín, Beatriz se puso a recolectar un poco de miel, mientras que Pía miraba con ganas.

"¿Sabés qué? La miel está riquísima, pero a veces, no hay nada mejor que una amistad sincera", dijo Beatriz después de probar un poquito.

Pía se quedó pensativa y se dio cuenta de que pasar tiempo con Beatriz realmente la hacía feliz, incluso si no podía comer. Entonces decidieron tratar de encontrar algo que fuera delicioso y que las dos pudieran disfrutar.

Mientras volaban, Pía vio algo extraño en el suelo.

"¡Mirá eso!", dijo, apuntando con su ala.

Beatriz zumbó cerca y dijo: "¿Eso es una bolsa de papas fritas? ¡Qué suerte!",

Juntas se acercaron a la bolsa que estaba un poco destrozada.

"¡Sigue cerrado! ¿Cómo podemos abrirlo?", se preguntó Pía.

"Tal vez con un poco de ayuda...", sugirió Beatriz, mirando hacia otro lado.

Justo entonces, apareció un grupo de ardillas juguetonas, saltando de rama en rama.

"¡Hola, ardillas!", saludaron Beatriz y Pía al unísono.

"¿Qué les pasa, amigas?" preguntó una ardilla llamada Lucas.

"¡Estamos tratando de abrir una bolsa de papas fritas!" exclamó Pía.

"¡Déjenme ayudar!", dijo Lucas, mientras corría hacia la bolsa. Con un pequeño mordisco, logró abrirla y todas las ardillas comenzaron a sacar las papas, mientras Pía y Beatriz miraban emocionadas.

Al final, compartieron aquellas papas entre todos. Pía se dio cuenta de que la comida era deliciosa, ¡pero la compañía incluso más!"¡Esto es fantástico! Estoy tan feliz de haber venido al jardín!", gritó Pía.

"Así es, amiga. La amistad y compartir momentos son importantes, ¡no lo olvides!", dijo Beatriz mientras volvían al parque.

Y así, Pía aprendió que a veces, en la búsqueda de algo, puede encontrarse a uno mismo y que la verdadera felicidad está en compartir momentos con amigos, incluso en los días más hambrientos.

Desde ese día Pía y Beatriz siempre hacían picnic juntas, compartiendo no solo la comida, sino también risas y aventuras. Y de vez en cuando, recordaban aquella bolsa de papas fritas que compartieron con las ardillas y cómo la amistad había convertido un día común en uno especial.

"Siempre encontraremos la manera de divertirnos y disfrutar, ¿no es así?", terminó diciendo Pía.

"Exactamente" , contestó Beatriz. Las dos sonrieron, sabiendo que juntas podían hacer cualquier día divertido, lleno de risas y sabor.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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