La palta boxeadora



En un pequeño pueblo llamado Paltilandia, vivía una palta muy especial llamada Palmita. A diferencia de otras paltas, Palmita era valiente y no le gustaba que nadie la subestimara por su forma redonda y su piel verdosa. Un día, Palmita se encontró con un flaco llamado Facundo, quien solía burlarse de las paltas y hacer comentarios desagradables sobre su aspecto. Palmita, cansada de los prejuicios, desafió a Facundo a una pelea de boxeo.

"¿Tú, una palta, retándome a una pelea? ¡Ja! Estás loca, Palmita", se burló Facundo.

"No tengo miedo, flaco. Estoy cansada de que me menosprecien por ser una palta. Seré tu oponente en el ring y te mostraré de lo que soy capaz", respondió determinada Palmita.

Facundo aceptó el desafío, convencido de que vencer a una palta sería pan comido. La noticia de la pelea se propagó por todo Paltilandia y el día del enfrentamiento llegó. El pueblo se reunió alrededor del improvisado ring para presenciar el inusual combate. La palta Palmita, con unos diminutos guantes de boxeo, se estaba preparando para la pelea mientras Facundo se mofaba de ella. El árbitro dio inicio al combate y, para sorpresa de todos, Palmita esquivaba hábilmente los golpes de Facundo y contraatacaba con movimientos ágiles y precisos. El flaco, por otro lado, se mostraba torpe y lento. El público comenzó a animar a Palmita, quien demostraba una destreza fuera de lo común. Finalmente, con un gancho perfectamente ejecutado, Palmita hizo caer a Facundo sobre la lona. El árbitro contó hasta diez y declaró a Palmita como la ganadora. El pueblo estalló en aplausos y vivas para la valiente palta. Facundo, humillado, reconoció que subestimar a Palmita había sido un error. A partir de ese día, Palmita se convirtió en un ejemplo de determinación y valentía para todos en Paltilandia. La lección quedó clara: nunca juzgues a alguien por su apariencia, ya que el verdadero valor está en el interior.

FIN.

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