La pandilla de las ratas ladronas

Había una vez un grupo de ratas argentinas muy astutas y aventureras que se dedicaban a robar queso y oro en las casas de los humanos.

Ellas vivían en las alcantarillas de la ciudad y siempre estaban buscando nuevas formas de conseguir más tesoros. Un día, mientras exploraban por las calles, encontraron una casa con un enorme bloque de queso guardado en su interior.

Las ratas se pusieron muy emocionadas al verlo y comenzaron a planear cómo podrían robárselo sin ser vistas. "¿Cómo podemos entrar?", preguntó la rata líder, Luna. "Podemos hacer un agujero en la pared", sugirió Tomás, el más fuerte del grupo. "No, no es buena idea", intervino Sofía, la más inteligente.

"Eso llamaría demasiado la atención". Finalmente, decidieron que lo mejor era esperar hasta que llegara la noche para poder entrar por una ventana abierta. Así lo hicieron y lograron llevarse todo el queso sin dejar ni una miga atrás.

Pero su aventura no había terminado aún. Mientras escapaban con su botín, se toparon con otro grupo de ratones rivales que también querían el queso para ellos mismos. Se desató entonces una pelea entre ambos grupos que duró horas enteras.

Al final del enfrentamiento, las ratas argentinas salieron victoriosas gracias a su astucia e inteligencia. Pero para sorpresa de todos, descubrieron que dentro del bloque de queso había también varias monedas doradas escondidas allí por algún humano despistado.

"¡Oro! ¡Tenemos oro!", gritó Luna emocionada. "No podemos quedárnoslo todo", dijo Sofía. "Sería robar".

Así que decidieron dejar algunas monedas en la casa de donde habían robado el queso, como una forma de pagar por su delito y compensar a los humanos por lo que habían tomado. El resto del oro lo dividieron entre ellas, pero prometieron usarlo con sabiduría y no para hacer daño a nadie.

Y así termina esta historia de ratas argentinas aventureras y astutas, que aprendieron que el verdadero valor no está en los tesoros materiales sino en la amistad y la honestidad.