La Pandilla de los Artrópodos



Había una vez, en un colorido bosque, un grupo de artrópodos que vivían en completa armonía. Había un escarabajo llamado Roco, una mariposa llamada Lila, una araña llamada Tina y un langostino llamado Lucho. Aunque eran muy diferentes, todos compartían un gran amor por su hogar.

Un día, mientras exploraban un claro, oyeron ruidos extraños provenientes de un arroyo cercano. Decididos a investigar, se acercaron sigilosamente.

"¿Qué será eso?" - preguntó Lila, revoloteando nerviosa.

"No tengo idea, pero suena a problemas" - respondió Roco, aferrando su caparazón con sus pequeñas patas.

"¡Vamos a ver!" - exclamó Lucho con entusiasmo.

"Es mejor ser cauteloso, no sabemos quiénes son" - advirtió Tina mientras tejía un hilo de telaraña en su spinneret.

Al llegar al arroyo, se encontraron con un grupo de ranas que estaban causando alboroto. Los anfibios habían decidido invadir el bosque para hacer de él su nuevo hogar.

"¡Este es nuestro territorio!" - croó una rana con una voz profunda. "¡Nosotros tenemos que vivir aquí ahora!"

Los artrópodos se miraron entre sí, preocupados.

"¿Qué vamos a hacer?" - preguntó Roco, inquieto.

"No podemos dejar que se adueñen de nuestro hogar" - respondió Lila, apretando las alas con determinación.

Así fue como decidieron formar una pandilla. Primero, Roco se encargó de organizar a los escarabajos del bosque, que eran fuertes y leales. Lila reunió a todas las mariposas para que su colorido vuelo distrajera a las ranas. Tina, con su habilidad, tejió una telaraña gigante que podría atrapar a los anfibios si se atrevían a cruzar el límite del bosque. Y Lucho, que era muy veloz, se encargó de hacer rondas para vigilar el territorio.

Mientras tanto, las ranas avanzaban, confiadas en su horda.

"Miren esas mariposas, parecen tan frágiles" - dijo un sapo grande.

"Sí, ¡y son tan coloridas! Haremos un festín de ellas" - añadió otro.

De repente, Lila surgió desde el aire.

"¡Soy más rápida de lo que creen!" - gritó mientras danzaba entre las ranas, llamando la atención de las más curiosas.

"¿Dónde se fue?" - preguntó una rana confundida.

"¡Atrápala!" - ordenó otra, pero Lila volaba en círculos, riendo y esquivando.

Mientras tanto, Roco y sus amigos escarabajos se alinearon en una fila, listos para hacer frente a las ranas que intentaban cruzar el límite. De pronto, apareció Tina con su telaraña, que brillaba al sol.

"¡Ahora!" - gritó, y los escarabajos empujaron con todas sus fuerzas, mientras la telaraña caía justo en medio del camino, atrapando a varias ranas.

Pero aún quedaban muchas más ranas, y la pandilla de artrópodos se dio cuenta de que tenían que trabajar juntos. Lucho utilizó su rapidez para enviar mensajes a todos los insectos del bosque, pidiendo ayuda. En un instante, se unieron hormigas, abejas e incluso un par de saltamontes.

"¡Esto es una fiesta!" - saltó un saltamontes al unirse al grupo. "Vamos a luchar por nuestra casa, juntos somos fuertes!"

Cuando los artrópodos vieron a sus amigos llegar, se llenaron de valor. La pandilla se organizó, con Lila y los otros insectos desplegando sus habilidades en una danza de distracción mientras los escarabajos y las hormigas trabajaban en equipo para crear barricadas y desviar a las ranas.

Con todos trabajando en conjunto, lograron asustar a las ranas, que se dieron cuenta de que no podían tomar el bosque sin luchar. Después de una serie de intentos de las ranas para superar las barreras de los artrópodos, decidieron retirada.

"¡Tal vez no sea buena idea ocupar este lugar!" - dijo el líder de las ranas, algo tambaleado.

"¡Necesitamos aprender a vivir en paz!" - agregó otra rana, mientras se alejaban hacia el arroyo.

Una vez que la paz había sido restaurada, los artrópodos celebraron su victoria. Todos se unieron en una gran fiesta en el claro, donde bailaron, cantaron y disfrutaron de sus alimentos favoritos.

"Hoy aprendimos algo valioso" - dijo Roco, levantando su caparazón. "Juntos somos más fuertes, y podemos enfrentar cualquier desafío!"

"Sí, debemos cuidar de nuestro hogar, ¡y de los que vinieron a pedirlo también!" - agregó Lila sonriente.

"¡Exacto!" - gritó Lucho, saltando de alegría. "No necesitamos pelear; podemos compartir y aprender unos de otros."

Desde ese día, tanto artrópodos como ranas encontraron formas de convivir en el bosque, aprendiendo a respetar sus espacios y a disfrutar de la diversidad del ecosistema. Y así, la pandilla de artrópodos no solo defendió su hogar, sino que también enseñó a los demás el valor de la unidad y el respeto por la naturaleza.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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