La pandilla de Sally



En un tranquilo barrio de Buenos Aires vivía Sally, un simpático perrito que le encantaba hacer amigos. Todos los días salía a pasear por las calles, moviendo su cola y buscando a alguien con quien jugar.

Un día soleado, mientras Sally correteaba por el parque, vio a un gatito triste sentado en un banco.

Se acercó lentamente y le preguntó: "¿Por qué estás tan triste, amiguito gatito?"El gatito levantó la mirada y respondió con voz temblorosa: "Es que todos me tienen miedo por ser diferente. Soy negro y la gente piensa que soy malo". Sally lo miró con ternura y le dijo: "No importa cómo luzcas por fuera, lo importante es quién eres en tu corazón.

¡Vamos, ven a jugar conmigo y verás lo divertido que podemos pasar juntos!"El gatito dudó al principio, pero al ver la alegría en los ojos de Sally decidió darle una oportunidad.

Jugaron durante horas, corriendo detrás de una pelota y persiguiéndose uno al otro. "¡Gracias Sally! Nunca antes me había divertido tanto", dijo el gatito con una sonrisa en su rostro. "¡De nada! La amistad no tiene límites ni prejuicios.

Siempre puedes contar conmigo para alegrarte el día", respondió Sally contento. Desde ese día, Sally y el gatito se convirtieron en inseparables amigos.

Juntos demostraron que la verdadera amistad va más allá de las apariencias y que cada uno tiene algo especial para ofrecer al mundo. Poco a poco, otros animales del barrio se fueron sumando a su pandilla: un conejito tímido, un pájaro cantor y hasta un pequeño ratón travieso.

Todos ellos aprendieron la valiosa lección de aceptación y diversidad gracias a la bondad de Sally. Y así, entre risas y juegos, Sally se convirtió en el líder indiscutible de una pandilla única donde reinaba la armonía y el cariño entre todos sus integrantes.

Porque cuando se trata de hacer amigos verdaderos, no hay barreras que puedan impedirlo.

FIN.

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