La Paradura del Niño en los Andes



Era una noche estrellada en los Andes, cuando Itham, un simpático niño de Mérida, junto a su mejor amigo, el pesebre andino, decidieron que era el momento de celebrar la tradicional paradura. Itham y el pesebre habían preparado una gran sorpresa: levantar al niño y recorrer las casas en su vecindario, tocando a cada puerta para compartir versos en alabanza.

"¡Vamos, pesebre! ¡Hoy es una noche mágica! Muchos niños deben estar esperando escuchar nuestra canción", dijo Itham, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

El pesebre, que en verdad era una figura de madera pintada con colores vivos, le respondió con su voz suave y melodiosa.

"Así es, Itham. Cada puerta que toquemos será una oportunidad para compartir alegría y felicidad. ¡Hagámoslo juntos!"

Con la lupita que llevaban como linterna, Itham y el pesebre salieron a la fría noche andina. Mientras caminaban, notaron que el aire estaba lleno de risas y música. Desde la distancia, escuchaban cómo los pastores de Táchira y Trujillo también celebraban sus propias paraduras.

Al llegar a la primera casa, Itham tocó la puerta con suavidad. Una niña de ojos brillantes abrió la puerta y sonrió.

"¡Hola! Ramona y yo estamos preparándonos para la paradura, ¿ustedes también?", preguntó la niña.

"¡Sí! Soy Itham y este es mi amigo el pesebre andino. Venimos a cantar versos en alabanza al niño que está especialmente levantado esta noche", explicó Itham.

La niña, emocionada, les invitó a pasar.

"¡Entremos! ¡Queremos escuchar tu canción!", pidió.

Itham y el pesebre comenzaron a cantar. Con cada verso, la música llenaba la casa, y otros niños se unieron a ellos, riendo y disfrutando del momento.

"¡Qué hermosa melodía! Espero que podamos ir a más casas!", dijo Ramona al terminar la canción.

Itham, lleno de energía, exclamó,

"Claro, ¡quedan muchas puertas por tocar!".

Salieron juntos, rieron y divertidos caminaron hasta la siguiente casa. Pero al tocar la puerta, se encontraron con un problema.

"¿Qué haremos si no hay nadie en casa?", se preocupó el pesebre.

Itham pensó por un momento y entonces tuvo una idea brillante.

"Podemos dejar una nota con nuestros versos como regalo para los que lleguen luego."

Así que escribieron una bella nota y la colocaron en la puerta antes de seguir su camino. En la siguiente casa, fue todo un éxito, y los niños comenzaron a escuchar y unirse a sus versos. Todo se volvía más alegre con cada casa.

Al llegar a la última casa de su recorrido, se encontraron con un grupo de pastores de Táchira y Trujillo congregados.

"¿Cómo que a nosotros no nos invitaron?", les dijo uno de los pastores, en tono de broma.

Itham rió y respondió,

"¡Qué suerte! Los encontramos aquí. Ustedes podrían unirse a nuestra canción también."

Los pastores, entusiasmados, aceptaron y juntos hicieron eco de las notas de la melodía que ya resonaba en el aire. El pesebre brillante se elevaba mientras celebraban.

Fue entonces cuando en ese clima lleno de alegría, Itham decidió hacer una propuesta.

"¿Qué les parece, si organizamos una gran festividad? Todos los niños de las tres comunidades podemos presentar versiones de las canciones y versos que hemos creado."

Los pastores asintieron con entusiasmo.

"¡Por supuesto! Cada uno aportará algo especial de su hogar. Haremos una gran reunión para disfrutar de las diferencias que nos hacen únicos”, decía uno de los pastores.

Así que tras esa noche mágica, se creó una tradición que unió a los niños del ande, causando que la música y las sonrisas resonaran más allá de las montañas.

Itham y el pesebre andino habían logrado algo extraordinario: unir las voces de sus comunidades en un canto colectivo que perduraría en el tiempo, celebrando la diversidad y la amistad de un modo inolvidable.

A medida que pasaban los años, la paradura se convirtió en un símbolo de alegría y unidad en los Andes, recordando a todos que la música y la amistad son regalos que se deben compartir y celebrar sin importar dónde estés.

FIN.

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