La Parranda Sorprendente
Era un sábado tranquilo en la casa de Clara. Se había pasado toda la mañana dibujando y ahora se acomodaba en su sillón favorito, con un libro en la mano, lista para disfrutar de un momento de calma. Pero, de repente, el sonido de risas y música alegre rompió la paz del vecindario.
- ¡Vamos, chicos! ¡A bailar! - gritó un niño, mientras sus amigos lo seguían, escuchándose un tambor improvisado y el sonar de unas maracas.
Clara cerró el libro, extrañada. No podía creer que hubiera una parranda en su barrio. Asomándose por la ventana, vio a un grupo de chicos que pasaban con instrumentos, llenando el aire de energía y diversión.
- ¿Por qué están haciendo tanto ruido? - preguntó Clara, entre curiosa y molesta.
Uno de los niños, un chico de cabello rizado llamado Julián, la vio y le respondió:
- ¡Porque hoy estamos celebrando el Día de la Alegría! ¡Ven, Clara, únete a la fiesta!
Clara pensó que no quería interrumpir su lectura, pero la música era tan contagiosa. Con un suspiro de resignación, decidió salir a ver qué estaba pasando.
Al llegar a la calle, Clara vio a muchos de sus compañeros de la escuela. Todos estaban bailando y riendo.
- ¡Mirá qué lindo! - exclamó su amiga Lila, mientras giraba con una falda colorida alrededor de su cintura.
- ¡Es como si hubiésemos traído la diversión a la calle! - agregó Julián, tocando la tambora.
Clara se sintió un poco tentada a unirse, pero en el fondo aún había una parte de ella que quería regresar a su libro. Entonces, un perro callejero, que había estado observando la fiesta, apareció y comenzó a saltar entre todos, haciendo reír a los chicos aún más.
- ¡Miren a Pipo! - gritó Lila, señalando al perro.
En ese momento, Clara sintió que había algo especial en esa fiesta. La energía, la risa, los colores.
- Bueno, supongo que un ratito no hará daño. - se dijo mientras comenzaba a mover sus pies al ritmo de la música.
Pronto, Clara se encontraba riendo y saltando como todos los demás. Se acercó a Julián:
- ¡Es muy divertido! ¿Pero por qué están celebrando?
Julián sonrió y explicó:
- Hoy es un día especial porque decidimos hacer una fiesta para recordar que siempre hay que encontrar motivos para reír y estar juntos, a pesar de lo que pase.
Clara reflexionó sobre sus palabras. Había tanto que aprender de esa simple parranda. El valor de la amistad, la importancia de ser parte de una comunidad, compartir momentos.
La música seguía sonando y Clara decidió que merecía aprovechar el día. Así que se unió al juego que inventaron Lila y los demás: un concurso de baile.
- ¡A ver quién hace el mejor paso! - propuso Lila emitiendo un grito de alegría.
Cada uno mostró su talento, algunos hacían piruetas, otros se movían como si fueran robotitos, y Clara tomó coraje para hacer su mejor imitación de un pingüino, que causó carcajadas entre todos.
Pasaron horas, y cuando empezaron a cansarse, Lila miró a todos y dijo:
- Chicos, deberíamos hacer esto más seguido. La vida es demasiada corta para no disfrutarla con amigos.
Todos asintieron, prometiendo que harían de la 'Parranda del Día de la Alegría' un evento mensual.
Cansados pero felices, los amigos se despidieron, planificando su próxima reunión. Clara regresó a casa con una sonrisa en el rostro, habiendo dejado atrás su libro y los momentos de soledad.
- ¿Viste, Clara? - dijo Julián antes de irse - A veces, las mejores historias no están en los libros, sino en las risas compartidas con amigos.
Esa noche, mientras se metía en la cama, Clara se dio cuenta de que las capas de su vida se habían llenado de colores gracias a un simple encuentro inesperado. De hecho, pronto se durmió soñando con más aventuras junto a sus amigos, llenos de risas y música.
Desde aquel día, la Parranda del Día de la Alegría se convirtió en una tradición en el vecindario, recordándoles a todos que la verdadera magia está en los momentos que compartimos juntos.
FIN.