La Pasión de Enaitz
Enaitz era un niño de 10 años que vivía en el pintoresco pueblo de Lekeitio, donde el sonido del mar y el aroma a sal eran parte de su día a día. Desde que tenía memoria, el fútbol había sido su gran pasión. Pasaba horas jugando en la plaza con sus amigos, y cada fin de semana se vestía con su camiseta del Lekeitio FT y se unía al equipo de los Otoioko Basurdeak, su segundo equipo donde también disfrutaba del juego.
Un día, mientras entrenaba con los Basurdeak, su entrenador, el Tío Koldo, les dijo:
"Escuchen, chicos, la semana que viene haremos un torneo de equipos locales. Es una gran oportunidad para demostrar lo que hemos aprendido."
Los ojos de Enaitz brillaban de emoción. Era su sueño jugar un torneo y, quién sabe, tal vez algún día llegar a ser un futbolista profesional. Sin embargo, también había otro problema: el equipo del Lekeitio FT estaba dirigido por un nuevo entrenador, que siempre parecía concentrarse más en ganar que en divertirse.
"No sé si voy a poder jugar en ambos equipos al mismo tiempo, Tío Koldo", le confesó Enaitz.
"Enaitz, lo más importante es disfrutar del juego y aprender. No te preocupes por los resultados. Lo que cuenta es que te diviertas con tus amigos, sea cual sea el equipo."
Con esas palabras en mente, Enaitz decidió jugar los dos torneos a pesar de que algunos días estaba muy cansado. Sin embargo, a medida que avanzaban los días, se dio cuenta de que, a veces, la presión y las expectativas podían ser abrumadoras. En el torneo de los Otoioko Basurdeak, se enfrentaron a un equipo que siempre había sido su rival. El partido fue emocionante y lleno de giros inesperados. Enaitz tuvo un papel crucial, anotando un gol que llevó a su equipo a la victoria.
"¡Sos un crack, Enaitz!", le gritaron sus compañeros.
Pero en el torneo del Lekeitio FT, la situación fue diferente. El entrenador nuevo estaba muy exigente y muchas veces, Enaitz sentía que no podía realizar su mejor juego. En uno de los partidos, Enaitz falló un gol claro y el entrenador lo miró con desaprobación.
"Enaitz, ¡tenés que concentrarte más! ¡Este equipo tiene que ganar!"
Decepcionado, Enaitz se sentó en un banco del parque y pensó en su pasión por el fútbol. En ese momento, se le acercó Naiara, su mejor amiga.
"¿Qué te pasa, Enaitz? Te veo triste."
"Es que siento que en el Lekeitio FT no disfruto como en los Basurdeak. El fútbol debería ser divertido, ¡no un estrés!"
Naiara lo miró con una sonrisa,
"Entonces, ¿por qué no hablas con el entrenador? Seguro que entiende. No está mal querer ganar, pero también hay que disfrutar."
Así que, con un poco de nerviosismo, Enaitz se armó de valor y se acercó al entrenador del Lekeitio FT después de un entrenamiento.
"Profe, ¿puedo hablar con usted un momento?"
"Claro, Enaitz. ¿Qué sucede?"
"Me encanta jugar, pero siento que en este equipo no estoy disfrutando tanto como debería. Creo que todos deberíamos divertirnos más."
El entrenador, sorprendido, lo escuchó atentamente. Después de una pausa, respondió:
"Tienes razón, Enaitz. A veces me preocupo tanto por ganar que olvido lo que realmente importa, que es que se diviertan y disfruten del juego. Vamos a cambiar un poco el enfoque en nuestros próximos entrenamientos."
Enaitz sintió un alivio. Las palabras de su entrenador hicieron que todo pareciera más fácil. En los siguientes días, se notó un cambio en el ambiente; el equipo comenzó a jugar con más alegría, riendo y disfrutando cada momento en el campo. Durante el torneo final, ambos equipos se enfrentaron, y Enaitz se sintió pleno, disfrutando cada pase, cada tiro, cada grito de apoyo.
Al final del torneo, el Lekeitio FT ganó por un gol.
"Fue un gran partido, chicos. Y Enaitz, jugaste increíble."
"Te divertiste, ¿no?" le preguntó Naiara al final.
"¡Siempre! Y estoy feliz de haber podido jugar con mis amigos. ¡El fútbol es para divertirse!"
Ambos equipos se reunieron a celebrar juntos, dándose cuenta de que ganar no era lo único que importaba, sino el cariño y la amistad que habían construido en el camino. Enaitz aprendió que la pasión y el amor por el juego van más allá del resultado final. Y así, volvió a casa con una sonrisa y el corazón lleno de experiencias.
FIN.