La pasión de Tomás



Había una vez un niño llamado Tomás que soñaba con ser futbolista. Todos los días practicaba en el potrero de su barrio, pateando la pelota con todas sus fuerzas y imaginándose jugando en un estadio lleno de gente.

Un día, mientras caminaba por la calle, escuchó a unos vecinos hablar emocionados sobre la final del campeonato que se disputaría ese fin de semana. Los equipos más importantes del país se enfrentarían, y todos esperaban ansiosos el partido.

Tomás no podía creerlo cuando supo que su ídolo, Villa, iba a jugar esa final. Villa era un jugador talentoso y carismático que siempre sorprendía con sus habilidades en el campo.

Tomás admiraba cada golazo que anotaba y soñaba con ser como él algún día. El día de la final llegó y el estadio estaba repleto de fanáticos emocionados. Tomás también estaba allí, junto a su padre, vibrando con cada jugada y animando a su equipo favorito.

El partido comenzó muy igualado; ambos equipos mostraban todo su potencial en el campo. Pero fue en el segundo tiempo cuando Villa recibió un pase magnífico dentro del área rival.

Con una destreza impresionante, controló la pelota y sin pensarlo dos veces le pegó con toda su fuerza al balón. "-¡Golazo! ¡Golazo!"- gritaron todos los espectadores al ver cómo Villa mandaba la pelota al fondo de las redes contrarias.

El estadio explotó en aplausos y ovaciones para el gran jugador. Tomás saltaba de alegría junto a su padre. No podía creer lo que acababa de presenciar. Era como si todos sus sueños se hubieran hecho realidad en ese momento. Pero la historia no terminó ahí.

El equipo rival, lejos de rendirse, comenzó a atacar con más fuerza y determinación. Faltando solo cinco minutos para el final del partido, lograron empatar el marcador. La tensión se apoderó del estadio.

Los minutos pasaban y ninguno de los equipos lograba marcar otro gol. Todo parecía indicar que irían a tiempo extra.

Fue en el último minuto de juego cuando Tomás vio algo increíble: Villa recibió un pase justo en la mitad del campo y comenzó a correr desesperadamente hacia el arco rival. Sorteando rivales con gran habilidad, llegó al área contraria y remató al arco. El balón voló alto por los aires mientras todos contuvieron la respiración. Y entonces...

¡Golazo! La pelota entró en el ángulo superior derecho del arco rival, dejando sin chances al portero. El estadio estalló en júbilo una vez más. Todos celebraban emocionados aquel golazo inolvidable de Villa.

Pero esta vez, fue diferente; este gol significaba la victoria para su equipo. Tomás estaba extasiado por lo que acababa de presenciar. Ese golazo le enseñó una valiosa lección: nunca rendirse y luchar hasta el último segundo por alcanzar los sueños.

Desde aquel día, Tomás siguió practicando con más ganas que nunca, soñando con anotar un golazo como Villa algún día. Y aunque no sabía qué depararía su futuro, estaba seguro de que siempre daría lo mejor de sí mismo en cada partido.

Y así, con el recuerdo del golazo de Villa en su corazón, Tomás siguió persiguiendo sus sueños y disfrutando del hermoso juego del fútbol.

Porque sabía que, como Villa, él también podía lograr cosas extraordinarias si se esforzaba y nunca dejaba de creer en sí mismo.

FIN.

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