La paz de los fantasmas



Había una vez un niño llamado Juanito, que vivía en una pequeña casa en las afueras de un pueblo.

Junto a él, siempre estaba su fiel amigo animal, Pancho, un perro juguetón y leal que lo acompañaba a todas partes. Un día, mientras Juanito se preparaba para ir a la escuela, notó algo extraño en su casa. Escuchaba ruidos misteriosos y veía sombras moverse por los rincones.

Al principio pensó que eran solo su imaginación, pero pronto se dio cuenta de que no estaba solo. Al regresar de la escuela, Juanito encontró a Pancho nervioso y temblando en un rincón. "-¿Qué te pasa, Pancho? ¿Por qué estás así?", preguntó preocupado el niño.

El perro gimió y señaló hacia la puerta del sótano. Con valentía, Juanito decidió investigar y descubrió que su casa estaba habitada por fantasmas amigables pero traviesos.

Los fantasmas le contaron a Juanito que habían perdido sus hogares y vagaban sin rumbo fijo. Conmovido por sus historias, el niño decidió ayudarlos a encontrar la paz. Juntos idearon un plan para hacer de la casa un lugar acogedor para todos.

Con la ayuda de Pancho, organizaron divertidas actividades para los fantasmas: noches de películas en el sótano embrujado, juegos de escondite por toda la casa y hasta una fiesta de disfraces donde cada uno pudo mostrar su verdadera forma espectral.

Poco a poco, los fantasmas comenzaron a sentirse parte de la familia y la casa volvió a estar llena de risas y alegría. Los vecinos del pueblo se sorprendieron al ver cómo Juanito había transformado aquel lugar tenebroso en un hogar lleno de amor y solidaridad.

Al final, los fantasmas encontraron paz en su nuevo hogar gracias al corazón bondadoso del niño y la lealtad inquebrantable de Pancho.

Y aunque algunas noches aún se escuchaban risas fantasmales entre las paredes, todos sabían que era simplemente el eco de una amistad que duraría para siempre. Y colorín colorado este cuento ha terminado con amor y amistad como principal legado.

FIN.

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