La paz interior de Daniela


Daniela era una niña curiosa y aventurera que vivía en Buenos Aires, Argentina. Un día, su familia decidió hacer un viaje a Quito, la capital de Ecuador.

Daniela estaba emocionada por conocer una nueva ciudad y aprender sobre su historia. Cuando llegaron a Quito, se instalaron en un acogedor hotel cerca del centro histórico. Daniela no podía esperar para comenzar su exploración. Junto con sus padres, se dirigieron hacia las calles empedradas del casco antiguo.

A medida que caminaban por las estrechas calles, Daniela quedó maravillada al ver las hermosas iglesias que adornaban el paisaje. Eran altas y majestuosas, con detalles arquitectónicos impresionantes.

"¡Mira mamá! ¡Es como estar en un cuento de hadas!", exclamó Daniela mientras señalaba una imponente iglesia blanca. "Sí hija, estas iglesias son parte importante de la historia de Quito", respondió su madre. Decidieron comenzar por la Iglesia de San Francisco. Al entrar, Daniela sintió una paz indescriptible.

Observó los coloridos vitrales que dejaban pasar la luz del sol y escuchó el eco de sus pasos mientras caminaba por los pasillos silenciosos. "Parece que estamos en otro mundo", dijo Daniela admirada.

Continuaron visitando otras iglesias como La Compañía y La Catedral Metropolitana. Cada una tenía su propio encanto especial y su historia única para contar. Mientras recorrían las iglesias, Daniela notó algo interesante: había muchas personas rezando y encendiendo velas.

Se acercó a una señora mayor que estaba frente a un altar y le preguntó:"Disculpe, ¿por qué hay tantas personas rezando aquí?""Están buscando paz, hija", respondió la señora sonriendo. "¿Paz? ¿Qué es eso?", preguntó Daniela confundida.

La señora se sentó junto a Daniela y comenzó a explicarle que la paz era un sentimiento de tranquilidad y armonía interior. Le dijo que, aunque las iglesias eran lugares sagrados para algunas personas, cada uno podía encontrar su propia paz en cualquier lugar.

Daniela reflexionó sobre las palabras de la señora mientras continuaban su recorrido por las iglesias.

Comenzó a darse cuenta de que la paz no solo se encontraba en los edificios religiosos, sino también en los momentos simples de conexión con uno mismo y con el entorno. Al finalizar el día, Daniela se sentó en un parque cercano al centro histórico. Cerró los ojos y respiró profundamente, sintiendo cómo el viento acariciaba su rostro.

En ese momento, comprendió lo que significaba encontrar paz dentro de sí misma. A partir de ese día, Daniela llevaba consigo esa sensación de paz dondequiera que iba. Aprendió a disfrutar de los pequeños detalles de la vida y valorar cada momento especial.

Y así fue como Daniela descubrió que no necesitaba viajar lejos ni visitar iglesias para encontrar la paz. La verdadera felicidad residía dentro de ella misma, lista para ser descubierta en cada paso del camino.

Desde entonces, Daniela siguió explorando el mundo, pero ahora lo hacía con una mirada más tranquila y un corazón lleno de paz.

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