La pelota de la amistad



Había una vez un hombre llamado Marcelo que vivía en la ciudad. Un día, decidió hacer un viaje a Coyhaique para conocer ese hermoso lugar rodeado de montañas y ríos cristalinos.

Marcelo llegó al aeropuerto de Balmaceda emocionado por lo que iba a encontrar. Al salir del aeropuerto, tomó un taxi hasta su hotel en el centro de Coyhaique. Una vez instalado, salió a caminar por las calles del pueblo para conocerlo mejor.

Mientras caminaba, escuchó unos gritos provenientes de una plaza cercana. Corrió hacia allí y encontró a un grupo de niños jugando fútbol en el campo de tierra. - ¡Hola chicos! -dijo Marcelo acercándose al grupo-.

¿Puedo jugar con ustedes? Los niños lo miraron con curiosidad pero aceptaron encantados su propuesta. Así comenzaron a jugar juntos durante horas y horas, riendo y divirtiéndose sin parar.

Al finalizar el partido, los niños le preguntaron:- Oye señor, ¿vas a volver algún día? Marcelo no sabía qué responder ya que tenía que regresar pronto a casa. - Quizás vuelva algún día -respondió Marcelo-, pero mientras tanto les traigo algo muy especial para todos ustedes.

Les entregó una pelota nueva y brillante para que siguieran disfrutando del fútbol como siempre habían hecho antes. Los niños estaban tan felices que se abrazaron entre ellos y le dieron las gracias varias veces antes de despedirse.

Marcelo siguió explorando Coyhaique durante su estadía, pero nunca olvidaría ese día especial en la plaza con los niños. Además, se dio cuenta de lo importante que era compartir y hacer felices a los demás.

Al final de su viaje, Marcelo regresó a casa con una nueva perspectiva sobre la vida y las relaciones humanas. A partir de entonces, trató de ser más amable y generoso con todos aquellos que conocía. Y así es como Marcelo aprendió que un gesto pequeño puede marcar una gran diferencia en el mundo.

FIN.

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