La pelota del árbol
Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, un grupo de niños que amaban jugar a la pelota. Todos los días se reunían en el parque con su vieja y desgastada pelota para disfrutar de emocionantes partidos.
Los niños eran muy felices jugando juntos, pero siempre soñaban con tener una pelota nueva. La suya estaba llena de parches y ya no rebotaba como antes.
Sin embargo, sus familias no tenían suficiente dinero para comprarles una pelota nueva. Un día soleado, mientras los niños jugaban en el parque, apareció un señor mayor llamado Don Carlos. Tenía una sonrisa cálida y amable en su rostro.
Al ver a los niños divirtiéndose con la vieja pelota, decidió acercarse a ellos. - ¡Hola chicos! ¿Les gusta jugar al fútbol? -preguntó Don Carlos con entusiasmo. - ¡Sí! Nos encanta -respondieron los niños emocionados. Don Carlos observó la vieja pelota y notó lo gastada que estaba.
- Veo que necesitan una nueva pelota para seguir divirtiéndose al máximo -dijo Don Carlos-. Les voy a regalar uno nuevo. Los ojos de los niños se iluminaron de alegría. No podían creer lo que estaban escuchando.
Don Carlos sacó una flamante y brillante pelota del bolsillo de su chaqueta y se la entregó al grupo de amigos. - ¡Espero que disfruten mucho esta nueva pelota! Jueguen con ella hasta cansarse -dijo Don Carlos sonriendo ampliamente.
Los niños le agradecieron con entusiasmo y comenzaron a jugar de inmediato. La pelota nueva rebotaba alto en el aire y era mucho más fácil de controlar que la vieja. Los niños se divertían como nunca antes.
Los días pasaron y los niños no dejaban de jugar con su nueva pelota. Sin embargo, algo inesperado sucedió una tarde. Mientras jugaban, accidentalmente patearon la pelota hacia un árbol alto y frondoso.
- ¡Oh no! ¿Cómo vamos a recuperarla? -dijo uno de los niños preocupado. Intentaron trepar al árbol para alcanzar la pelota, pero estaba demasiado alta. Parecía que la diversión se había terminado. Justo en ese momento, Don Carlos apareció nuevamente.
- Veo que tienen un pequeño problema aquí -dijo Don Carlos riendo-. No se preocupen, tengo una idea. Don Carlos sacó una cuerda larga y fuerte de su mochila y amarró un extremo al tronco del árbol mientras sostenía el otro extremo firmemente.
Los niños observaban con atención mientras Don Carlos trepaba hábilmente por el árbol hasta llegar a la rama donde estaba atrapada la pelota. Con cuidado, Don Carlos desató la cuerda de la rama y bajó lentamente hasta el suelo junto a los niños.
Todos aplaudieron emocionados mientras recogían su querida pelota nuevamente. - ¡Gracias, Don Carlos! Eres increíble -exclamaron los niños llenos de gratitud. Don Carlos simplemente sonrió y les recordó lo importante que es ayudarse mutuamente cuando alguien necesita una mano amiga.
Desde aquel día, Don Carlos se convirtió en un amigo cercano para los niños del barrio. Los visitaba regularmente y les enseñaba diferentes técnicas de fútbol.
Juntos, jugaron muchos partidos emocionantes y aprendieron el valor de la amistad y la generosidad. Los niños aprendieron que no importa si tienen una pelota nueva o vieja, lo importante es disfrutar del juego y compartir momentos especiales con amigos.
Y siempre recordarán a Don Carlos como el hombre de buen corazón que les regaló una nueva pelota y les mostró el verdadero significado de la solidaridad.
FIN.