La pelota dulce de Mariana


Había una vez una pequeña niña llamada Mariana, que vivía en un pueblo costero llamado Paraiso. A Mariana le encantaba jugar con su pelota dulce de color rosa, la cual llevaba a todas partes.

Un día, mientras jugaba en la playa, su pelota dulce se escapó y comenzó a rodar hacia el mar. Mariana corrió detrás de ella, pero no pudo alcanzarla antes de que la pelota cayera al agua.

La pequeña niña se sintió muy triste al perder su querida pelota. - ¡Mi pelotita! - exclamó Mariana con lágrimas en los ojos. De repente, una voz misteriosa le habló desde el fondo del mar:- No te preocupes, Mariana. Yo puedo ayudarte a recuperar tu pelota.

Mariana miró hacia el agua y vio a una hermosa sirena emergiendo del océano. La sirena le sonrió amablemente y extendió su mano hacia ella. - Ven conmigo - dijo la sirena -.

Te llevaré a mi hogar submarino para buscar tu pelota dulce. Mariana estaba asombrada por lo que veía y escuchaba, pero decidió confiar en la amable sirena.

Juntas nadaron hasta llegar al fondo del mar donde había un reino lleno de criaturas marinas sorprendentes: peces multicolores, estrellas de mar brillantes y algas gigantes que ondeaban al ritmo del agua. La sirena llevó a Mariana hasta una cueva donde encontraron muchas bolas rosadas flotando sobre el agua cristalina.

- ¿Cuál es tu pelota? - preguntó la sirena. Mariana buscó entre las bolas y finalmente encontró su pelota dulce. Estaba tan feliz que abrazó a la pelota con fuerza y le dio un beso. - ¡Gracias, señorita sirena! - exclamó Mariana -.

No sé cómo podría haber recuperado mi pelota sin tu ayuda. La sirena sonrió de nuevo y dijo:- Siempre estoy aquí para ayudar a los amigos en apuros.

Pero recuerda, Mariana, debes tener cuidado de no perder tus cosas valiosas otra vez. A veces, lo más importante es saber cuidar bien lo que tenemos. Mariana entendió el consejo de la sirena y prometió ser más responsable con sus pertenencias.

Juntas nadaron hacia la superficie del mar donde se despidieron con un abrazo cálido. Desde ese día, Mariana aprendió una gran lección sobre el valor de las cosas importantes en su vida y nunca volvió a perder su pelota dulce.

Además, cada vez que iba a la playa recordaba su aventura submarina con la amable sirena que le enseñó algo muy valioso: siempre hay alguien dispuesto a ayudarnos cuando lo necesitamos.

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