La pelota mágica de María y Max
Había una vez una niña llamada María que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos bosques. María tenía un perrito llamado Max, quien era su mejor amigo y compañero de juegos.
Un soleado día, María decidió jugar al aire libre con Max. Sacaron su pelota favorita y comenzaron a lanzarla el uno al otro, riendo y disfrutando de su tiempo juntos.
Pero, de repente, Maria lanzó la pelota tan fuerte que esta salió volando hacia el bosque encantado que se encontraba cerca. María y Max corrieron tras la pelota hasta llegar al borde del bosque. Miraron asombrados mientras veían cómo la pelota desaparecía en medio de los árboles misteriosos.
Sin pensarlo dos veces, decidieron aventurarse dentro del bosque para recuperarla. A medida que caminaban por el sendero cubierto de hojas crujientes, notaron cómo todo a su alrededor parecía brillar con una luz mágica. El aire estaba lleno de risas traviesas y susurros melodiosos.
De repente, llegaron a un claro donde había un lago cristalino y una pequeña casita blanca justo en frente.
La casita tenía una puerta diminuta que solo podría abrirse si eras lo suficientemente valiente como para creer en la magia. María miró a Max con determinación y dijo: "¡Vamos, Max! ¡Tenemos que encontrar nuestra pelota!". Empujaron la puerta juntos y entraron en la acogedora casita. Dentro encontraron un lugar lleno de sorpresas maravillosas.
Había juguetes que cobraban vida, libros que hablaban y cuadros que cambiaban de forma. Max se emocionó tanto que comenzó a correr y saltar por toda la casa. De repente, una pequeña hada apareció frente a ellos.
Tenía alas brillantes y una sonrisa amable en su rostro. "¡Hola, María y Max! Bienvenidos al bosque encantado", dijo el hada con voz melodiosa.
María le contó sobre la pelota perdida y el hada les explicó que solo podrían recuperarla si superaban tres desafíos mágicos. El primero era encontrar un objeto dorado escondido en el lago, el segundo era resolver un acertijo complicado y el tercero era demostrar su valentía enfrentando sus miedos.
Sin perder tiempo, María y Max se dirigieron hacia el lago. Sumergiéndose en sus aguas cristalinas, encontraron un hermoso collar dorado brillando en lo profundo del lago. Con alegría, salieron del agua sosteniendo el collar entre sus manos.
El siguiente desafío fue resolver un acertijo: "Cuatro patas tiene mi perro, pero no puede caminar; tiene ojos pero no puede ver". María pensó durante unos minutos y finalmente exclamó: "¡Es una mesa!".
El acertijo se resolvió correctamente y se abrió una puerta secreta en la pared de la casita. Al cruzar la puerta secreta, María y Max se encontraron en una habitación oscura llena de sombras espeluznantes. Pero recordaron lo que les había dicho el hada sobre enfrentar sus miedos.
María agarró la mano de Max y juntos caminaron valientemente a través de las sombras. De repente, las sombras se disiparon y todo se iluminó con una luz brillante. Frente a ellos estaba su pelota perdida, esperándolos en un pedestal dorado.
María y Max se abrazaron emocionados por haber superado los desafíos del bosque encantado. El hada apareció nuevamente y felicitó a María y Max por su valentía y determinación.
Les dijo que siempre recordaran creer en sí mismos y en la magia que vive dentro de cada uno. María tomó la pelota entre sus manos mientras el hada los guiaba de regreso al borde del bosque encantado.
Se despidieron con gratitud y alegría, sabiendo que habían vivido una aventura inolvidable juntos. Desde ese día, María y Max nunca olvidaron el poder de la amistad, la valentía y la magia que existe en el mundo.
Y cada vez que lanzaban esa pelota al aire, recordaban su increíble viaje al bosque encantado donde aprendieron lecciones importantes para toda su vida.
FIN.