La Pelusa Traviesa y el Gran Queso
Había una vez, en un rincón de una gran cocina, una pelusa de color plomo que era conocida por todos como La Pelusa Traviesa. A pesar de su pequeño tamaño, tenía un gran corazón lleno de ideas traviesas que la llevaban a realizar todo tipo de travesuras para robarse el queso que tanto anhelaba.
Un día, mientras la cocinera no estaba mirando, La Pelusa Traviesa se deslizó por el suelo y vio un enorme trozo de queso en la mesa.
"¡Hoy es mi día de suerte!" - exclamó. "Ese queso no se va a robar solo."
Con gran astucia, La Pelusa hizo un plan. Primero, decidió que necesitaba distraer a la cocinera, así que al ver un trapo en el suelo, empezó a rodarlo en forma de bola. Cuando la cocinera lo vio, quedó tan sorprendida que olvidó completamente el queso.
"¿Qué será eso?" - dijo la cocinera mientras se acercaba a investigar.
Aprovechando la confusión, La Pelusa Traviesa se arrastró velozmente hacia el queso. Pero justo cuando estaba a punto de alcanzarlo, apareció un ratón llamado Ramón, muy amigo de La Pelusa.
"¡Espera, Pelusa!" - gritó Ramón. "No puedes robar el queso así como así. Eso es malo."
La Pelusa, algo sorprendida, paró su avance.
"Pero Ramón, ¡es solo un poco de queso! A mí me gusta y no le vendría mal a nadie."
"Puede que no, pero deberíamos pedirlo. ¿Y si la cocinera nos deja probar?"
La Pelusa pensó por un momento. "¿Y si dice que no?"
"Si no lo intentamos, nunca lo sabremos" - dijo Ramón con determinación.
Finalmente, La Pelusa Traviesa decidió que lo mejor era ser honesta. Juntos, se acercaron a la cocinera y, con un poco de nerviosismo, le pidieron un pequeño trozo de queso.
"¡Por favor, señora cocinera!" - interrumpió Ramón. "¿Podría darnos un poquito de queso?"
La cocinera, divertida por la valentía de la pequeña pelusa y su amigo el ratón, sonrió y respondió.
"¡Claro que sí! Si lo piden de esa manera, debo consentirlos."
Y así, La Pelusa Traviesa y Ramón recibieron un trozo de queso, enorme para ellos, pero pequeño en comparación con el que había en la mesa. Mientras disfrutaban de su regalo, La Pelusa se dio cuenta de que compartir y pedir de manera amable era mucho más satisfactorio que robar.
"¿Sabes qué, Ramón?" - dijo La Pelusa mientras mordía su trozo de queso. "Esto es mucho mejor que robar. Hoy aprendí que ser sincera vale más que cualquier viaje de travesura."
Desde ese día, La Pelusa Traviesa se volvió la mejor amiga de todos en la cocina. Aprendió que, aunque hacer travesuras podía ser divertido, ser honesta y amable traía muchas más recompensas. Y así, los dos amigos disfrutaron de muchos quesos juntos, invitando a sus otros amigos a compartir también.
FIN.