La Pequeña Estrella que Brilló en la UCI



Era una fría tarde de diciembre cuando nació Sofía, una bebé tan preciosa que parecía una estrella recién caída del cielo. Desde el primer instante en que vio la luz, su pequeño corazón latía con fuerza.

– ¡Voy a conocer el mundo ya! –abria sus ojos redondos mirando a todos con curiosidad.

Pero la pequeña Sofía era también muy impaciente. Aunque había llegado al mundo, no pudo quedarse con su mamá de inmediato: tenía que pasar 65 días en la UCI de bebés.

Los médicos y enfermeras le decían a su mamá, Ana:

– Sofía es muy pequeña y necesita un poco más de cuidado.

Ana sonrío preocupada pero emocionada:

– ¡Es tan fuerte! Yo la siento aquí en mi corazón.

En la UCI, Sofía llamaba la atención de todos. Aunque era más chiquitita que los demás bebés, siempre movía sus manitas y hacía ruiditos como si estuviera tratando de hablar.

Un día, mientras estaba en su incubadora, la enfermera Marta le dijo:

– ¡Mirá cómo se mueve! Parece que tiene mucha energía.

Sofía se giró hacia ella y, con su mirada brillante, le respondió:

– ¡Voy a salir de aquí, solo mirame!

Los otros bebés la miraban sorprendidos.

– ¿Vas a salir? –preguntó Leo, un bebé un poco más grande.

– Por supuesto que sí, nunca me rendiré!

Día tras día, Sofía fue ganando fuerza. Con sus movimientos y ruiditos, inspiraba a los otros bebés. Un día, decidieron hacer una fiesta improvisada en la UCI porque Sofía había alcanzado un importante hito:

– ¡Felicidades, Sofía! –gritaron todos, mientras las enfermeras adornaban el lugar con globos y canciones suaves.

– Solo es el comienzo –dijo Sofía con una sonrisa.

Sin embargo, un día, mientras todos estaban celebrando, llegó una nueva bebé al hospital. Se llamaba Clara y tenía una mirada triste:

– No quiero estar aquí.

Sofía, que siempre estaba lista para ayudar, decidió ser su amiga.

– ¡Hola! Yo también estuve aquí y sé que es difícil. ¿Querés que te cuente un secreto?

– ¿Qué secreto? –preguntó Clara, intrigada.

– ¡Es un lugar mágico! Aquí hay juegos, risas y muchos amigos por conocer.

Clara sonrió ligeramente, y juntas empezaron a jugar e interactuar con los médicos. Clara se sintió mejor.

Un día, Sofía empezó a notar que los otros bebés también se animaban por su alegría, pero algo pasaba. Cada vez que los médicos revisaban sus monitores, sus rostros se tornaban serios.

– ¿Por qué están tan preocupados? –preguntó Sofía.

– A veces, asusta no saber cuándo podremos irnos de aquí –dijo Leo en voz baja.

Sofía, sintiéndose valiente, habló:

– ¡Confíen en nosotros, podemos hacer más de lo que se imaginan!

Esa noche, Sofía tuvo una idea brillante. Propuso hacer un gran desfile en la UCI, donde cada bebé presentaría su mejor movimiento. Todos estaban emocionadísimos y entraron en acción.

– ¡Hoy seremos las estrellas del hospital! –gritó Sofía mientras todos aplaudían.

A medida que el desfile avanzaba, todos los bebés mostraron sus habilidades únicas y los médicos empezaron a sonreír.

Finalmente, llegó el día en que Sofía, el alma extrovertida de la UCI, pudo irse a casa con su mamá.

– ¡Lo logré! –gritó al salir.

Ana, llena de orgullo, la abrazó con fuerza. Unido a eso, Clara y Leo también fueron dados de alta. Antes de salir, Sofía se volvió hacia sus nuevos amigos:

– ¡Nunca olviden que el poder de la amistad y la energía positiva siempre nos llevará lejos!

Sofía, Clara y Leo prometieron mantenerse en contacto, sabiendo que siempre llevarían la luz de su experiencia juntos en sus corazones.

Y así, la pequeña Sofía no solo iluminó la UCI, sino que también enseñó a todos que la paciencia, la esperanza y la alegría pueden superar cualquier desafío. Fue una verdadera estrella que brilló con fuerza en el hospital y en la vida de quienes la conocieron.

FIN.

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