La pequeña estrella y su deseo fugaz



Había una vez, en un rincón del vasto universo, una pequeña estrella llamada Lúmina. Lúmina brillaba con todas sus fuerzas en el cielo nocturno, pero, a pesar de su luz radiante, sentía que había algo más grande que la rodeaba. Siempre había soñado con ser una estrella fugaz, esas que atraviesan el cielo por un instante y llenan de magia el corazón de quienes las ven.

Una noche, mientras chisporroteaba y jugaba con sus amigas constelaciones, Lúmina dijo:

"¡Quiero ser una estrella fugaz! ¡Imagínense, poder dejar una estela brillante y hacer que los deseos de los humanos se cumplan!"

Sus amigas constelaciones se rieron suavemente.

"Querida Lúmina, las estrellas fugaces son muy pocas, y no todos pueden serlo. Además, tú ya eres especial siendo quien eres."

Pero Lúmina no se desanimó. Estaba decidida a encontrar la manera de cumplir su sueño. Esa noche, decidió hablar con el Viejo Cometa, un viajero conocido por sus historias y sus sabidurías.

Al llegar a donde se encontraba el Viejo Cometa, Lúmina le preguntó:

"¿Cómo puedo convertirme en una estrella fugaz?"

El Viejo Cometa sonrió con amabilidad y respondió:

"Querida Lúmina, no es tan simple como desearlo. Una estrella fugaz se forma cuando un objeto del espacio entra en la atmósfera de un planeta y se transforma en luz por la fricción. Necesitas un propósito, un deseo que te impulse."

Lúmina sintió que su corazón palpitaba con fuerza.

"¿Un propósito? Pero, ¿cuál podría ser?"

El Viejo Cometa le propuso una idea:

"Piensa en lo que más deseas regalarle a quienes miran el cielo. Tal vez si encuentras un deseo, podrás brillar de forma especial."

Así, Lúmina se puso a pensar. Durante días y noches, ella observó a las personas en la Tierra y notó que, en sus momentos de tristeza, miraban al cielo y deseaban algo con todas sus fuerzas.

"¡Lo tengo!" exclamó un día.

"Voy a hacer que todos esos seres humanos se sientan felices, aunque sea por un instante."

Con su nuevo propósito, Lúmina se preparó para la gran aventura. Con la ayuda del Viejo Cometa, comenzó su viaje a través del espacio. Al acercarse a la Tierra, sintió cómo la atmósfera la rodeaba.

"Aquí voy... ¡con todo mi brillo!" gritó emocionada.

Pero, en el momento en que fue a cruzar la atmósfera, algo extraño sucedió. En lugar de brillar como siempre, comenzó a desvanecerse un poco, su luz titilaba.

"¡Oh no! ¿Qué ocurre?" se preguntó Lúmina, sintiendo que su sueño podría desvanecerse.

De pronto, la voz del Viejo Cometa resonó en su mente:

"Recuerda tu propósito, Lúmina. ¡Brilla por los demás y no te olvides de ti misma!"

Con esas palabras, Lúmina cerró los ojos, respiró profundo y recordó a todos esos niños deseando un mundo mejor. En ese instante, su luz se intensificó, y como un destello, atravesó el cielo, dejando una brillante estela tras de sí. La Tierra se iluminó mientras los corazones de las personas se llenaban de esperanza.

Al final de su trayectoria, Lúmina sonrió al ver que su deseo se había cumplido:

"¡Lo logré!" gritó mientras sus amigas constelaciones la aplaudían desde lejos.

"Eres más que una estrella fugaz, ¡eres una inspiración!" dijo una de sus amigas.

Desde ese día, Lúmina no solo fue recordada como una estrella fugaz, sino como un símbolo de esperanza. Cada vez que alguien ve una estrella fugaz en el cielo, recuerda el deseo que Lúmina cumplió y sonríe, renovando su fe en los sueños.

Y así, la pequeña estrella siguió brillando, sabiendo que su luz podía cambiar el mundo, ya sea por un instante o por una eternidad.

FIN.

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