La Perezosa y el Sol Brillante
En una selva vibrante y llena de colores, vivía una perezosa llamada Lila. A Lila no le gustaba bañarse y pasaba la mayor parte de sus días colgada de una rama, comiendo hojas y disfrutando del cálido sol que brillaba desde arriba.
"¡Lila, ven a jugar!" - gritaban sus amigos, las ardillas y los tucanes.
"No puedo, estoy disfrutando del sol" - respondía Lila con una sonrisa.
Un día, mientras Lila se deslizaba perezosamente por una rama, escuchó un gran alboroto cerca del río. Curiosa, decidió acercarse y vio a sus amigos intentando cruzar el agua. Las ardillas estaban asustadas y temían mojarse.
"¡Ayuda! No podemos cruzar!" - decía una ardilla, temblando de miedo.
Lila, que siempre se había admirado de su propia tranquilidad y su habilidad para relajarse, comenzó a notar que sus amigos la miraban con esperanza.
"¿Por qué no pueden cruzar?" - preguntó Lila, mientras balanceaba su cola.
"¡Porque el agua está muy fría y no queremos mojarnos!" - respondió un tucán con voz temblorosa.
Lila, sintiendo que podía ser útil, iluminó su rostro y dijo:
"¡Pero el agua es refrescante! Además, hay muchas cosas divertidas en el río. ¡Vengan!"
Sin embargo, sus amigos la miraron desconfiados. A Lila le costaba entender por qué sus amigos tenían tanto miedo, si ella misma nunca se había preocupado por esas cosas. Sin embargo, el miedo de sus amigos comenzó a preocuparla. Decidió que tal vez debía hacer un cambio. El sol era hermoso, pero necesitaba aprender que también había aventuras fuera de su rama.
Decidida, Lila se acercó al borde del río. La corriente brillaba al sol, y el sonido del agua era alegre y vibrante.
"No les pasará nada si se mojan un poco. ¡Miren!" - exclamó, mientras se dejaba caer suavemente en el agua.
Sus amigos la miraban, sorprendidos. Lila chapoteó y se sacudió el agua de encima, riéndose de la frescura que le daba el río.
"¡Es increíble! ¡Hagan como yo!" - gritó Lila, agitando sus patas.
Finalmente, las ardillas, animadas por el entusiasmo de Lila, dieron un salto, una por una, y poco a poco se sumergieron en el agua. Rieron y chapotearon, disfrutando del momento, mientras el tucán decidía dejar de lado su miedo y unirse a la diversión.
Pero, cuando todos estaban disfrutando del agua, se dieron cuenta de que Lila yacía al fondo, con un pequeño pez que había decidido hacerle compañía. Lila no sabía nadar muy bien.
"¡Ayuda!" - gritó Lila, asustada.
Sus amigos, al escucharla, nadaron hacia ella y la levantaron. Con cuidado y con mucho esfuerzo, la llevaron de regreso a la superficie. Cuando todos estaban a salvo en la orilla, Lila miró a sus amigos con gratitud.
"¡Gracias! No sé qué hubiera hecho sin ustedes" - dijo, respirando hondo.
Sus amigos, felices de haberla ayudado, aplaudieron.
"¡Eres parte de nuestra familia, Lila!" - dijo el tucán con una risa alegre.
Desde entonces, Lila decidió que debían hacer más cosas juntos. No solo quedar colgada en una rama. Y así, aunque a veces se deslizaba y quería relajarse, se dio cuenta de que compartir momentos y aventuras era igual de mágico que disfrutar del sol. Y, aunque no se volvió completamente amante del baño, al menos aprendió a llevar una vida más activa y a cuidar de sus amigos, además de ser un poco más fresca.
Así, la perezosa Lila se convirtió no solo en la reina del sol, sino en la reina de la amistad y la aventura. Y al final, cada día se sumergía en nuevas experiencias.
"¿Listos para otra aventura?" - preguntó un día.
"¡Siempre, Lila!" - respondieron sus amigos con alegría.
FIN.