La perrita generosa



Había una vez una perrita llamada Lila que vivía en un pequeño pueblo junto a su dueña, Carme, una niña de 5 años muy dulce y cariñosa.

Lila era una perra especial porque siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Un día, mientras Carme y Lila caminaban por el parque del pueblo, vieron a un grupo de niños tristes y aburridos sentados en un banco. Carme se acercó para preguntarles qué les pasaba.

"Hola chicos, ¿por qué están tan tristes?"- preguntó Carme con curiosidad. Los niños explicaron que no tenían juguetes para jugar y que estaban cansados de hacer siempre lo mismo. Carme pensó en cómo podría ayudarlos y entonces tuvo una brillante idea.

"¡Lila! ¡Podemos compartir nuestros juguetes con ellos!"- exclamó emocionada la niña. Lila movió su cola emocionada y juntos fueron corriendo hasta la casa de Carme.

Allí buscaron todos los juguetes que ya no usaban y los metieron en una caja grande. Después regresaron al parque llevando consigo la caja llena de juguetes. Cuando llegaron al banco donde estaban los niños, Carme les mostró la caja llena de sorpresas.

Los ojos de los niños se iluminaron cuando vieron todos esos nuevos juegos con los que podrían divertirse juntos. Todos empezaron a jugar felices: algunos construían castillos con bloques, otros pintaban hermosos dibujos e incluso había quienes practicaban malabares.

El parque se llenó de risas y alegría gracias a la generosidad de Carme y Lila. Pero, de repente, una fuerte ráfaga de viento sopló y la caja se volcó, esparciendo los juguetes por todo el parque.

Los niños comenzaron a buscar desesperados cada uno su juguete favorito, pero era imposible encontrarlos entre el pasto alto y las hojas caídas. Carme no sabía qué hacer. Estaba triste al ver a sus nuevos amigos tan decepcionados. Pero Lila no se rindió.

Con su olfato agudo empezó a husmear el aire y encontró un juguete tras otro. "¡Miren chicos! ¡Lila nos está ayudando!"- exclamó Carme emocionada. Los niños se sorprendieron gratamente al ver cómo Lila les entregaba cada uno de sus juguetes perdidos.

La perrita había demostrado ser mucho más que una simple compañera de juegos, era una verdadera amiga solidaria. Desde ese día en adelante, Lila y Carme siguieron ayudando a los demás siempre que podían.

Visitaban asilos de ancianos para llevarles alegría con su presencia, colaboraban en limpiar el parque después del picnic dominical e incluso hacían donaciones para quienes más lo necesitaban. Lila enseñó a Carme la importancia de compartir y ayudar sin esperar nada a cambio.

Juntas demostraron que cualquier pequeño gesto puede marcar la diferencia en la vida de alguien más. Y así fue como esta historia inspiradora nos recuerda que todos podemos ser como Lila: solidarios y dispuestos a extender nuestra mano cuando alguien lo necesita.

FIN.

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