La Perrita Juguetona
Todo comenzó una tarde soleada en el barrio de Julián y Andrés. Mientras jugaban en el parque, de repente aparecieron unos pequeños ladridos. Al acercarse, se encontraron con una cachorrita de pelaje marrón y ojos curiosos.
"¡Mirá, Juli!" - exclamó Andrés, señalando al cachorro. "¡Es tan simpática!"
"Sí, pero... ¿cómo le vamos a poner?" - preguntó Julián, pensativo.
Después de mucho discutir, decidieron llamarla Blasfemia, un nombre fuerte que hacía reír a todos, pero que tampoco era lo que un cachorro merecía.
Blasfemia rápidamente se hizo parte de la familia. Siempre estaba lista para jugar, correr y ladrar de felicidad.
"Blasfemia, ven a jugar con nosotros!" - gritaba Julián mientras lanzaba una pelota.
"¡Agarrala, Blas!" - le decía Andrés. Blasfemia corría con todas sus fuerzas, como un pequeño torbellino.
Con el tiempo, Blasfemia se convirtió en la mejor amiga de los chicos. Sin embargo, un día, algo inesperado sucedió. Mientras jugaban, una fuerte tormenta llegó de repente, llenando el cielo de rayos y truenos.
- “¡Ay, no! ¡Blasfemia! ” - gritó Julián al ver que la perrita se asustaba.
Blasfemia, asustada, corrió hacia un arbusto, pero no pudo volver al refugio seguro que eran los brazos de Julián y Andrés.
- “¡Tenemos que ir a buscarla! ” - dijo Andrés, decidido.
- “¡Sí! ” - respondió Julián, “No la podemos dejar sola.”
Ambos chicos, aunque temerosos, decidieron salir bajo la lluvia. Con paraguas en mano, comenzaron a llamarla.
- “¡Blasfemia! ¡Ven aquí! ¡Estamos aquí para protegerte! ” - repetían al unísono.
En el medio del torrente, encontraron a algunos vecinos también intentando buscar refugio.
- “¿Han visto a una perrita con orejas grandes? ” - preguntó Julián, con preocupación.
- “Sí, la vimos correr hacia el viejo parque.” - respondió una vecina.
Decididos a buscarla, los chicos atravesaron el parque inundado, llamando su nombre una y otra vez.
- “¡Blasfemia! ” - gritaban.
Finalmente, vieron el pequeño cuerpo marrón, temblando detrás de un árbol.
- “¡Ahí está! ” - exclamó Andrés, corriendo hacia ella.
Julián los siguió, y en un instante ambos abrazaron a Blasfemia, que ahora temblaba no solo de miedo, sino también de felicidad al haber encontrado a sus mejores amigos.
- “No tengas miedo, Blasfemia. ¡Estamos juntos! ” - la reconfortaba Julián.
Tras esta aventura, Blasfemia aprendió a no tener miedo de las tormentas, porque siempre había alguien a su lado dispuesto a protegerla. Desde entonces, los tres comenzaron a practicar una forma especial de jugar durante tormentas: hacían un fuerte de almohadas y mantas, donde se reían, recordaban la experiencia y la llenaban de amor.
Con el tiempo, la lluvia ya no asustaba a Blasfemia, sino que se convertía en una excusa para crear nuevas aventuras.
- “¡Hoy haremos una gran fortaleza! ” - proponía Andrés, emocionado.
- “Y después, un picnic dentro.” - decía Julián, sonriendo.
Así, los tres aprendieron que el coraje, la amistad y el amor son más fuertes que la tormenta más feroz.
FIN.