La Perrita Valiente



Era una vez en un pequeño pueblo, una perrita llamada Lulú. Lulú no era una perrita común; ella caminaba en dos patas. Desde que era muy pequeña, soñaba con ser una gran trabajadora. Cuando veía a otros animales en la plaza, vendiendo flores, ayudando a los ancianos o entreteniendo a los niños, Lulú sentía que podía hacer lo mismo.

Un día, decidió que quería trabajar. Se fue al parque donde estaban los demás animales y se acercó a ellos.

"Hola, soy Lulú y quiero trabajar como ustedes", dijo con entusiasmo.

Los otros animales, al escucharla, no pudieron contener su risa.

"¡Pero mira cómo caminas!", se burló un gato.

"No podés hacer nada en dos patas", añadió un pato.

Lulú, aunque triste, no se dejó desanimar. Sabía que tenía que prepararse. Se inscribió en una escuela donde aprendió muchas cosas: hacer manualidades, leer, y hasta bailar. Después de mucho esfuerzo, Lulú terminó sus estudios con excelentes notas.

"¡Lo logré! Ahora sí voy a encontrar trabajo", decía feliz.

Finalmente, consiguió un trabajo en la tienda de flores de Don Miguel, un amable perico. Pero las cosas no fueron fáciles. Cuando Lulú llegó al primer día de trabajo, algunos animales se rieron de ella.

"¡No te asustes, Lulú! Todos tenemos que empezar en algún lado", le dijo Don Miguel animada.

Sin embargo, la burla no cesaba.

"¡Mirá a la perrita! Se va a caer en cualquier momento", decía un zorro.

"Esa no puede levantar una maceta!", añadió un conejo.

Pero Lulú, con su gran determinación, no se rindió. Con cada día que pasaba, se volvía más competente en su trabajo. Aprendía a hacer ramos de flores, organizar la tienda y hasta hacer reír a los clientes. Los animales comenzaron a darse cuenta de que Lulú no solo era diferente, ¡sino que era increíble en lo que hacía!

Un día, mientras Lulú estaba organizando unas flores, un pequeño pajarito entró volando de manera torpe y se cayó al suelo.

"¡Ayuda!", chirrió el pajarito.

Lulú rápidamente se acercó y, con delicadeza, le ayudó a levantarse.

"No te preocupes, voy a cuidar de vos", le dijo con cariño.

El pajarito, al ver la amabilidad de Lulú, le habló a todos sus amigos.

"¡Esa perrita es la mejor! Ella me ayudó cuando estaba triste y caído. Deben probar las flores que ella arregla; son hermosas!"

Pronto, más y más animales comenzaron a venir a la tienda de flores debido a cómo Lulú les trataba y lo bien que trabajaba. La tienda se transformó en el lugar más popular del pueblo.

Lulú se sentía feliz, pero también sorprendida. Había llegado tan lejos, a pesar de las burlas. Entonces, un día, anunció que iba a ser mamá. Los animales la felicitaron y todos se unieron para hacerle una fiesta.

"¡Felicidades, Lulú! Te lo merecés!", exclamaron los animales.

Creció un perrito hermoso al que llamó Tobi. Desde que Tobi fue pequeño, Lulú le enseñó a nunca rendirse.

"No importa lo que digan los demás. Vos podés hacer lo que te propongas", le decía Lulú mientras él la observaba caminar erguidita, orgullosa de sí misma.

Con el paso del tiempo, Tobi también comenzó a caminar en dos patas como su mamá. Los dos se convirtieron en un equipo y abrieron su propia tienda de flores juntos. La tienda se llenó de risas y amor, y ningún animal volvió a dudar de que podían ser lo que quisieran ser, sin importar las diferencias.

"Nunca te rindas, Tobi. Siempre vas a encontrar el camino hacia tus sueños", le decía Lulú.

Y así, Lulú y Tobi vivieron felices, recordando a todos que lo más importante es ser uno mismo y nunca rendirse ante las adversidades.

FIN.

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