La Perrita y Sus Amistades Grandotas



Había una vez una perrita llamada Lulú, que vivía en un vecindario lleno de animales muy educados. Lulú, sin embargo, no podía evitar hacer travesuras. Desde esconder los zapatos del cartero hasta correr detrás de los pájaros gritando, su energía parecía no tener límites.

Un día, mientras caminaba por el parque, Lulú vio a un grupo de perros grandes jugando en el lago. Eran amistosos y juguetones, pero Lulú también sabía que eran un poco más severos que sus amigos pequeños.

-Lulú, ven a jugar con nosotros -dijo un dogo llamado Rocky, con voz profunda y alegre.

-¡SÍ! -contestó Lulú emocionada, pero luego pensó en cómo siempre se comportaba. Después de todo, en el mundo de los perros, esos amigotes grandes eran conocidos por ser bien disciplinados.

-Quiero que me enseñen a ser más educada -pensó Lulú mientras se acercaba al grupo. -Si ellos son fuertes, podrían ayudarme a comportarme mejor.

Al principio, los animales grandotes se divirtieron mucho con ella. Jugaron al tira y afloja, corrieron por el campo y chapotearon en el agua. Pero cada vez que Lulú hacía una maldad, como morder la cola de Rocky o romper la pelota de tenis, los perros grandotes empezaron a mirarse entre ellos.

-¿Qué vamos a hacer con esta pequeña traviesa? -preguntó Bella, la perra lobo, mientras se limpiaba el pelaje que Lulú había ensuciado.

-Debemos enseñarle que no se juega así -respondió Max, un enorme perro pastor.

Pero Lulú, farfullando en un rincón, escuchó su conversación y se sintió triste. No quería que la dejaran de lado por ser desobediente. Así que decidió hablarles:

-¡Yo solo quiero ser su amiga! -exclamó con fuerza, pero genuinamente preocupada.

-No se trata solamente de ser amiga, pequeña -dijo Joe, un perro Rottweiler que no era fácil de impresionar.- Para ser amigo hay que aprender a comportarse. Si no, solo serás una molestia.

-¿Y cómo podríamos hacerlo? -preguntó Lulú con un suspiro.

-Ven, te enseñaremos -dijo Rocky, y le mostró un ejercicio para comportarse bien. -Cada vez que hagas una travesura, te tendrías que sentar a reflexionar y esperar que te llamemos. Así podremos jugar después.

Lulú se sintió un poco asustada, pero aceptó el desafío. Durante unos días, cada vez que quería hacer una broma, se acordaba del consejo de sus nuevos amigos. Hizo su mejor esfuerzo por comportarse.

Un día, se encontró con un pato. Lulú, entusiasmada, decidió que sería divertido asustarlo. Sin embargo, recordó las palabras de su amigo Rocky y se detuvo.

-¡No quiero que los pato se asuste! -pensó y decidió jugar al 'escondite' con él en lugar de asustarlo. Cuando el pato se dio cuenta de que Lulú solo quería jugar, se unió a ella, riendo juntos.

Cuando la perrita volvió, orgullosa de su logro, los perros grandotes la aclamaron.

-¡Lulú, lo hiciste increíble! -gritó Bella. -Lo de jugar al escondite fue genial.

-Gracias, chicos. Ahora entiendo que no necesito hacer travesuras para tener amigos.

Y así, Lulú aprendió que ser educada no solo estaba en no hacer travesuras, sino en saber elegir la mejor manera de jugar y divertirse. Desde entonces, se convirtió en una perra querida no solo por su energía, sino porque aprendió a ser una buena amiga.

Por supuesto, aún tenía chispa para hacer reír a los demás, pero ahora lo hacía siendo considerada y divertida. Al final, Lulú descubrió que con un poco de esfuerzo y la guía de sus amigos grandotes, todos podían divertirse a lo grande sin tantas travesuras.

Y así, en el vecindario, la perrita traviesa se convirtió en Lulú, la perra simpática y educada, ¡y todos juntos jugaban felices todos los días!

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!