La Piedra de la Armonía



En un hermoso bosque llamado Armonía, vivían en paz y armonía animales de todas las especies. Había leones, jirafas, elefantes, monos y pájaros de todos los colores.

Pero lo más sorprendente de todo era que también vivían allí unos niños muy especiales: Martina, Lucas y Sofía. Un día, mientras los tres amigos jugaban cerca del río, escucharon un ruido extraño proveniente del corazón del bosque.

Decidieron ir a investigar y se adentraron entre los árboles hasta llegar a una clara en la que se encontraba una mesa redonda con tres sillas. Sobre la mesa había un pergamino que decía: "Para lograr la verdadera paz en el bosque de Armonía, deberán encontrar la Piedra de la Concordia".

Los niños se miraron emocionados y decidieron emprender juntos esta importante misión.

Se internaron en el bosque siguiendo las indicaciones del pergamino y pasaron por praderas llenas de flores de todos los colores, cruzaron arroyos cristalinos donde jugaban las nutrias y finalmente llegaron a una cueva oscura. Al entrar en la cueva, descubrieron que estaba llena de brillantes cristales multicolores que iluminaban el camino hacia el centro.

Allí encontraron una piedra resplandeciente que emitía una luz cálida y reconfortante. -¡Esta debe ser la Piedra de la Concordia! -exclamó Martina emocionada. De repente, apareció frente a ellos el Guardián del Bosque, un anciano búho sabio que velaba por la armonía entre todos los seres vivos del lugar.

-¡Han demostrado su valentía y su espíritu de trabajo en equipo al encontrar la Piedra de la Concordia! -dijo el Guardián con voz grave pero amable-.

Esta piedra tiene el poder de unir los corazones y mantener viva la paz en nuestro bosque. Los niños tomaron entre sus manos la piedra resplandeciente y sintieron una energía cálida recorrer sus cuerpos.

De regreso a la mesa redonda en medio del bosque, colocaron allí la Piedra de la Concordia y vieron cómo su luz se expandía por todo Armonía. Desde ese día, el bosque estuvo más unido que nunca.

Los animales compartían sus alimentos sin pelearse, ayudaban a cuidar a las crías indefensas e incluso organizaban juegos para celebrar su convivencia pacífica. Y así fue como Martina, Lucas y Sofía aprendieron que trabajar juntos por un objetivo común era clave para mantener viva la paz en su hogar llamado Armonía.

Y cada noche antes de dormir, miraban brillar a lo lejos su querida Piedra de la Concordia recordándoles lo importante que es valorar al otro sin importar nuestras diferencias.

FIN.

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