La piedra de los deseos



Había una vez un niño llamado Martín, que vivía con su madre y sus dos hermanos mayores. Su mamá se llamaba Ana y era una mujer muy trabajadora.

Todos los días salía temprano de casa para ir a su empleo y regresaba tarde en la noche. Martín entendía que su mamá tenía que trabajar mucho para poder mantenerlos a todos, pero a veces sentía tristeza porque no pasaban mucho tiempo juntos.

Siempre anhelaba tener más momentos especiales con ella. Un día, mientras Martín estaba jugando en el parque cerca de su casa, encontró una piedra brillante en el suelo. La tomó entre sus manos y sintió algo mágico en ella.

Decidió llevarla a casa y mostrarle a su mamá. Cuando Ana llegó del trabajo esa noche, Martín le mostró la piedra brillante con mucha emoción. "Mamá, ¡mira lo que encontré! Es una piedra mágica", exclamó Martín emocionado.

Ana sonrió al ver la ilusión de su hijo y preguntó curiosa: "¿Por qué dices que es mágica?"Martín explicó: "Siento algo especial cuando la tengo entre mis manos. Creo que puede conceder deseos".

Ana acarició la cabeza de Martín cariñosamente y dijo: "Bueno, ¿qué esperas? Pide tu deseo". Martín pensó por un momento antes de decir: "Deseo pasar más tiempo contigo, mamá". El corazón de Ana se llenó de amor al escuchar las palabras de su hijo. Sabía cuánto lo extrañaba también.

"Eso es maravilloso, Martín. A partir de mañana, te prometo que dedicaré más tiempo para estar contigo y tus hermanos", dijo Ana con determinación. A partir de ese día, Ana hizo todo lo posible por cumplir su promesa.

Redujo sus horas de trabajo y encontró formas creativas de pasar tiempo de calidad con sus hijos. Juntos fueron al cine, cocinaron deliciosas comidas y tuvieron tardes llenas de juegos en el parque.

Martín se sentía muy feliz al tener a su mamá cerca nuevamente. Se dio cuenta de que no importaba cuánto dinero ganaran o cuantas cosas pudieran comprar, lo más importante era el amor y la atención que compartían como familia.

Con el paso del tiempo, Martín guardó la piedra mágica en un lugar seguro como recuerdo de aquel deseo hecho realidad. Aprendió que a veces las cosas más valiosas no son materiales, sino los momentos especiales vividos junto a las personas que amamos.

Y así, Martín y su familia continuaron construyendo recuerdos felices juntos día tras día. La piedra mágica siempre les recordaría la importancia de valorar el tiempo compartido y nunca darlo por sentado. Fin.

FIN.

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