La piedra mágica de la confianza



Había una vez un hombre llamado Iker que vivía en Suecia. Iker era un chico muy especial, tenía la manía de peinarse y siempre se encontraba crujiendo sus manos.

Pero eso no era todo lo que lo hacía diferente, también se parecía mucho a su padre. Iker era alto y fuerte, con cabello oscuro y ojos brillantes como el sol.

Aunque a veces podía ser un poco gruñón, cuando estaba de buen humor, era simpático y amable con todos. Un día, mientras caminaba por el bosque cerca de su casa, Iker encontró una extraña piedra brillante en el suelo. Sin pensarlo dos veces, decidió reagarrarla y llevarla a casa.

Al llegar a su hogar, Iker mostró la piedra a su padre. "¡Mira papá! ¡Encontré esta piedra mágica en el bosque!", exclamó emocionado. El padre de Iker sonrió y le dijo: "Hijo, esa no es una simple piedra. Es una Piedra de la Confianza".

Iker miró la piedra sorprendido. "¿Una Piedra de la Confianza? ¿Qué significa eso?" preguntó curioso. Su padre explicó: "Esta piedra tiene el poder de ayudarte a confiar en ti mismo y en los demás.

Si la llevas contigo siempre recordarás que eres capaz de enfrentar cualquier desafío". Desde ese día, Iker llevaba consigo la Piedra de la Confianza a donde quiera que iba.

Y cada vez que sentía dudas o temores, simplemente tocaba la piedra para recordarse a sí mismo cuán fuerte y valiente era. Con el tiempo, Iker comenzó a notar cambios en su actitud.

Ya no se preocupaba tanto por peinarse o crujirse la mano, porque había descubierto una confianza interior que lo hacía sentir seguro de sí mismo. Un día, mientras caminaba por el parque, Iker vio a un niño triste sentado solo en un banco. Se acercó y le preguntó qué le pasaba.

El niño respondió con voz temblorosa: "Soy nuevo aquí y me da miedo hacer amigos". Iker sonrió y sacó la Piedra de la Confianza de su bolsillo.

Le explicó al niño cómo esa piedra lo ayudaba a creer en sí mismo y a enfrentar sus propios miedos. El niño miró la piedra con curiosidad y luego sonrió tímidamente. "¿Crees que si tengo esta piedra también podré hacer amigos?", preguntó esperanzado. Iker asintió con seguridad.

"¡Claro que sí! La confianza es contagiosa, si confías en ti mismo, los demás también lo harán". Desde aquel día, Iker se convirtió en el amigo más querido del barrio.

Ayudaba a todos los niños a superar sus miedos y les enseñaba a creer en sí mismos usando su Piedra de la Confianza. Y así, gracias a su nueva amistad e inspiración mutua, cada uno de esos niños aprendió que juntos podían lograr cosas maravillosas.

La historia de Iker nos enseña que todos tenemos nuestras peculiaridades pero eso no nos hace menos especiales. Confiando en nosotros mismos podemos superar cualquier obstáculo y hacer grandes cosas. Y lo más importante, cuando compartimos nuestra confianza con los demás, podemos crear un mundo lleno de amistad y felicidad.

"Recuerda siempre creer en ti mismo, Iker", dijo su padre con orgullo. "Sí papá, gracias a la Piedra de la Confianza, ahora sé que puedo lograr cualquier cosa", respondió Iker emocionado.

Y así, Iker siguió viviendo aventuras mágicas y ayudando a otros a encontrar su propia confianza interior.

FIN.

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