La piedra mágica de Tomás


llamado Tomás, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Tomás era un niño muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras para vivir.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, encontró una extraña piedra brillante. Intrigado por su brillo, Tomás decidió llevársela a casa. Al llegar, mostró la piedra a sus padres y les contó lo que había encontrado.

Ellos también quedaron sorprendidos por su belleza y le dijeron que parecía ser una piedra mágica. "Tomás, esta piedra podría tener poderes especiales", dijo su mamá emocionada. "¡Sí! Podrías usarla para cumplir tus sueños más grandes", agregó su papá entusiasmado. Tomás no podía creer lo que escuchaba.

¿Una piedra mágica? ¿Poder cumplir sus sueños? Estaba ansioso por descubrir qué podía hacer esa increíble roca. Decidió llevar la piedra consigo todos los días y experimentar con ella.

Descubrió que al sostenerla en sus manos y cerrar los ojos con fuerza, podía visualizar cosas increíbles: viajes alrededor del mundo, convertirse en astronauta e incluso ayudar a las personas necesitadas. Un día, mientras jugaba en el parque del pueblo, vio a un grupo de niños tristes sentados en un banco.

Se acercó corriendo para preguntarles qué les pasaba. "Hola chicos, ¿por qué están tan tristes?", preguntó Tomás preocupado. "Es que no tenemos juguetes para jugar", respondió uno de los niños con tristeza.

Tomás recordó su piedra mágica y pensó que sería una buena oportunidad para usarla. Cerró los ojos, sostuvo la piedra con fuerza y deseó que todos los niños tuvieran juguetes para divertirse.

Al abrir los ojos, Tomás vio un increíble espectáculo: el banco se llenó de juguetes de todo tipo. Los niños no podían creerlo y comenzaron a reír y jugar felices. "¡Muchas gracias, Tomás! ¡Eres el mejor!", exclamaron emocionados. Tomás sonrió orgulloso, pero sabía que aún había mucho más por hacer con su piedra mágica.

Decidió ayudar a las personas necesitadas en su pueblo. Visualizaba alimentos para quienes tenían hambre, ropa abrigada para aquellos que la necesitaban y hasta libros para fomentar la educación. Poco a poco, el pueblo empezó a cambiar.

Las personas eran más felices y solidarias entre sí. Todos notaban el impacto positivo que tenía Tomás en sus vidas gracias a su generosidad y sueños cumplidos.

Un día, mientras caminaba por el bosque con su piedra mágica en mano, Tomás escuchó un ruido extraño proveniente de un árbol cercano. Se acercó sigilosamente y descubrió un pajarito atrapado en una red. Sin dudarlo ni un segundo, Tomás visualizó al pajarito volando libremente en el cielo azul.

Cerrando sus ojos fuertemente e imaginando ese hermoso momento, sintió cómo la piedra vibraba en su mano y, al abrir los ojos, vio cómo el pajarito se liberaba y volaba felizmente hacia el horizonte.

Tomás comprendió entonces que la verdadera magia no estaba en la piedra, sino en su corazón bondadoso y en su deseo de hacer el bien. Entendió que todos tenemos dentro de nosotros la capacidad de hacer cambios positivos en nuestras vidas y las de los demás.

Desde ese día, Tomás siguió ayudando a quienes lo necesitaban, pero sin depender de la piedra mágica. Su generosidad e imaginación eran suficientes para convertir sus sueños en realidad.

Y así, Tomás se convirtió en un ejemplo para todos los niños del pueblo. Aprendieron que no necesitaban una piedra mágica para cumplir sus sueños, sino valentía, determinación y amor por los demás.

El pueblo vivió feliz gracias a las acciones de Tomás y nunca olvidaron el poder transformador que hay dentro de cada uno. Y colorín colorado, esta historia ha terminado ¡pero sigue viva en nuestros corazones!

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