La Pillamada Inesperada
Era una noche estrellada cuando Agustina, Martina, Mirell, Serrano, Constantino y Samuel se juntaron para una pijamada en la casa de Agustina. Las risas y la emoción llenaban el aire mientras las amigas acomodaban sus sacos de dormir en el salón.
"¿Listas para la mejor pijamada de todas?" -dijo Agustina, sonriendo.
"¡Siiii!" -respondieron al unísono sus amigas.
"Yo traje galletitas y unas bebidas. ¡Va a ser genial!" -agregó Martina mientras mostraba su mochila colorida.
Mientras tanto, los chicos, Samuel y Constantino, también venían con grandes sorpresas.
"Nosotros tenemos una gran caja de juegos de mesa y un proyector para ver películas!" -dijo Samuel mientras entraba al salón arrastrando la caja.
"¡Tienen que enseñarnos a jugar!" -exclamó Mirell entusiasmada.
La pijamada comenzó de maravilla, entre risas y juegos de mesa. Pero de repente, el proyector no encendía. Todos miraron a Constantino, que intentaba averiguar qué pasaba.
"No se preocupen, tal vez sea el cable. Vamos a buscar otro en la cocina" -sugirió Constantino.
Durante la búsqueda, se encontraron con algo inesperado.
"¡Miren esto!" -gritó Serrano, sosteniendo un viejo álbum de fotos.
"Debe ser de la abuela de Agustina" -dijo Mirell curiosa, acercándose.
"¡Vamos a ver!"
Se sentaron en el suelo y comenzaron a abrir el álbum. Las fotos mostraban a la abuela de Agustina en distintas etapas de su vida, desde su infancia hasta su juventud.
"¡Qué linda!" -dijo Martina, mirando las fotos de una joven jugando con sus amigas.
"A veces olvidamos lo importante que es la amistad" -reflexionó Samuel.
"Sí, y el tiempo que pasamos juntos" -agregó Agustina, sintiéndose nostálgica.
La conversación se tornó en un juego en el que cada uno contaba anécdotas divertidas sobre sus amigos, algunas vez llenas de travesuras. Sin embargo, la inquietud volvió cuando no lograron hacer funcionar el proyector.
"Bueno, y si no podemos ver una película, ¿qué hacemos?" -preguntó Constantino, un poco desanimado.
"¡Ya sé!" -dijo Martina, "Podemos crear nuestra propia película. ¡Cada uno dice una frase, y así vamos armando la historia!"
"¡Me encanta!" -respondió Mirell emocionada.
Y así, comenzaron:
"Érase una vez, en un bosque mágico, donde los árboles hablaban..." -comenzó Agustina.
"Y un día, apareció un dragón que no quería ser malo..." -continuó Serrano.
"... sino todo lo contrario, quería ayudar a los animales del bosque!" -agregó Samuel con voz dramática.
"De repente, los árboles comenzaron a unirse y decidieron formar un consejo para ayudar al dragón..." -dijo Martina mientras todos reían y aplaudían.
La historia se tornaba cada vez más divertida y llena de giros inesperados. Con cada frase, los personajes cobraban vida y la imaginación volaba. Al final, todos estaban tan inmersos en la narrativa que olvidaron completamente el proyector.
De repente, se escuchó un gran trueno. En ese momento, un rayo iluminó la sala y todos gritaron.
"¡Es sólo una tormenta!" -dijo Agustina asegurándose de que nadie se asustara.
Mientras la lluvia caía afuera, el grupo decidió seguir contando la historia de su propia película hasta que se fueron a dormir. Todos se sintieron agradecidos por el tiempo compartido, la amistad y el poder de la imaginación. Al día siguiente, se despertaron con la luz del sol, hablando sobre lo que habían creado.
"Esa fue la mejor pijamada de todas" -dijo Mirell con una gran sonrisa.
"Sí, porque la verdadera magia está en nosotros y en nuestra amistad" -concluyó Agustina.
Y así, desde aquel día, decidieron hacer de su amistad una historia que contarían con cada pijamada que hicieran.
FIN.