La Pirámide de los Sueños


Hace muchos, muchos años, en la antigua tierra de los mayas, vivía un joven llamado Kukul. Kukul era conocido por su valentía y su gran amor por su pueblo. Un día, mientras paseaba por la selva, se encontró con una gran serpiente emplumada que le habló en su idioma ancestral. La serpiente le contó a Kukul sobre un sueño que tuvo, en el que un misterioso jaguar le revelaba la importancia de construir una pirámide más alta que las estrellas.

Intrigado por estas palabras, Kukul decidió regresar a su aldea para hablar con los sabios y los jefes de la tribu. Les contó acerca del sueño de la serpiente y les aseguró que construir una pirámide tan alta como el cielo traería grandes bendiciones a su pueblo. Después de una larga discusión, los líderes mayas decidieron comenzar la construcción de la pirámide.

Durante años, los miembros de la tribu trabajaron arduamente para levantar la pirámide. Utilizaron bloques gigantes de piedra y trabajaron día y noche. Kukul supervisaba cada detalle, asegurándose de que la pirámide estuviera perfectamente alineada con el sol y las estrellas.

Mientras tanto, en otra parte de la selva, una joven llamada Ixchel adoraba al jaguar como su animal sagrado. Ella llevaba un collar adornado con dientes de jaguar y siempre honraba a este majestuoso animal en sus oraciones diarias. Un día, el jaguar le habló en sueños, diciéndole que la pirámide que se estaba construyendo sería una gran ofrenda para él, y que su espíritu protegería a la tribu maya para siempre.

A medida que la pirámide se acercaba a su culminación, Kukul y Ixchel se encontraron y compartieron sus sueños con respecto a la pirámide. Juntos, comprendieron que su misión era aún más trascendental de lo que imaginaban. Era crucial que la pirámide alcanzara alturas inimaginables, para que el jaguar se sintiera honrado y protegiera a su pueblo.

Finalmente, llegó el día en que la pirámide se elevó más allá de las nubes, alcanzando las estrellas. En ese momento, un resplandor de luz iluminó la selva y el jaguar sagrado apareció ante ellos, bendiciendo la pirámide y a toda la tribu. La escritura maya relataría este evento como un momento de gloria y unidad, donde los corazones de su pueblo se elevaron junto con la imponente pirámide.

Desde entonces, la tribu maya continuó adorando al jaguar, construyendo pirámides en su honor y registrando sus hazañas en sus escrituras. Y Kukul e Ixchel, inspirados por el poder de sus sueños, se convirtieron en guías de sabiduría para las futuras generaciones de la cultura maya.

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