La pirámide del jaguar


Hace muchos años, en la antigua tierra Maya, vivía un valiente joven llamado Kukul. Kukul era curioso y siempre deseaba aprender más sobre su cultura. Un día, mientras escuchaba a los sabios contar historias, se enteró de la importancia de construir pirámides muy altas en honor a los dioses. Decidió que él también construiría una pirámide para honrar a su dios jaguar.

"¡Quiero construir una pirámide tan alta que llegue hasta el cielo y sea vista por todos los dioses!" anunció Kukul a su pueblo.

Todos se sorprendieron por la osadía del joven, pero pronto se unieron para ayudarlo en su empeño. Día y noche, trabajaron arduamente para levantar la pirámide más alta que jamás se hubiera visto. Sacrificaron su tiempo, esfuerzo y recursos en la construcción de la imponente estructura.

Un día, cuando la pirámide estaba a punto de terminarse, una terrible tormenta azotó la región. El viento soplaba con furia y las aguas amenazaban con destruir todo lo construido. Kukul, desesperado, rogó a su dios jaguar que los protegiera.

"¡Dios jaguar, ayúdanos a proteger nuestra pirámide!" clamó Kukul con fervor.

De pronto, un jaguar gigantesco apareció en medio de la tormenta. Sus ojos brillaban con intensidad, y con un rugido estremecedor, detuvo el viento y calmó las aguas. El pueblo observó maravillado, convencidos de que el dios jaguar había escuchado las súplicas de Kukul.

La pirámide finalmente se completó, majestuosa y resplandeciente. Desde entonces, los mayas adoraron al jaguar con aún más devoción, convencidos de su poder y protección. Además, la escritura maya plasmó en sus jeroglíficos la historia de la pirámide del jaguar como un recordatorio de la importancia de la valentía, el esfuerzo y la adoración a sus dioses.

Y así, la pirámide del jaguar se alzó como un símbolo de la perseverancia y la creencia en su cultura, recordando a las generaciones futuras la importancia de honrar a sus dioses y trabajar unidos por un bien común.

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