La piruleta generosa



Alba era una niña muy traviesa y curiosa. Le encantaba ir a la tienda de chuches del barrio para comprar todas sus golosinas favoritas.

Cada vez que entraba en la tienda, sus ojos se iluminaban al ver los estantes llenos de caramelos, gomitas y chocolates. Un día, mientras Alba caminaba hacia la tienda con su hucha llena de monedas, algo brillante llamó su atención en el suelo.

¡Era un billete de 10 euros! Alba no podía creer su suerte. Ahora tendría suficiente dinero para comprar todas las chuches que quisiera. Con una sonrisa radiante en el rostro, Alba entró corriendo a la tienda.

El dueño del lugar, Don Juan, estaba detrás del mostrador ordenando nuevas mercancías. - ¡Don Juan! - exclamó Alba emocionada - ¡Mira lo que encontré! ¿Puedo usarlo para comprar chuches? Don Juan miró el billete y luego a Alba con una gran sonrisa.

- Claro que sí, pequeña - respondió amablemente - Puedes usar ese dinero para comprar lo que quieras. Alba comenzó a recorrer los pasillos llenos de dulces sabores y colores brillantes.

Pero justo cuando estaba por tomar un puñado de caramelos variados, vio algo nuevo en uno de los estantes: una piruleta gigante con múltiples sabores. No era cualquier piruleta; tenía sabores exóticos como plátano, fresa y arándano. La piruleta capturó toda la atención de Alba. Su corazón latía con emoción y curiosidad.

Sabía que esa piruleta era especial y única, algo que nunca antes había probado. - ¡Don Juan! - llamó Alba desde el pasillo - ¿Cuánto cuesta esa piruleta gigante de colores? Don Juan se acercó a Alba con una sonrisa.

- Esa piruleta tiene un precio de 10 euros, justamente lo que encontraste hoy - respondió él. Alba no podía creerlo. Era como si el destino le estuviera diciendo que ese billete estaba destinado a comprar la piruleta de múltiples sabores.

Sin pensarlo dos veces, Alba entregó el billete a Don Juan y tomó la piruleta entre sus manos. Mientras caminaba hacia su casa con la piruleta en la mano, Alba comenzó a reflexionar sobre su elección.

Sabía que podría haber comprado muchas más chuches con ese dinero, pero algo dentro de ella le decía que había hecho lo correcto. En lugar de disfrutar su dulce tesoro por sí misma, Alba decidió compartirlo con sus amigos del vecindario.

Organizó una pequeña fiesta en el jardín trasero de su casa y repartió trozos de la piruleta a cada uno de los niños presentes.

Todos quedaron encantados al probar los diferentes sabores: unos preferían el plátano, otros la fresa y algunos quedaban fascinados por el arándano. La diversión invadió el ambiente mientras los niños reían y compartían historias entre mordisco y mordisco. Al finalizar la tarde, Alba sintió una gran satisfacción en su corazón.

No solo había disfrutado de una deliciosa piruleta, sino que también había hecho felices a sus amigos. Aprendió que compartir y pensar en los demás puede ser igual de gratificante que disfrutar algo por sí misma.

Desde aquel día, Alba siguió visitando la tienda de Don Juan para comprar chuches, pero siempre recordaba el poder de la generosidad y el valor de hacer felices a los demás.

Y así, con su espíritu generoso y su amor por las chuches, Alba se convirtió en una niña querida y admirada por todos en el vecindario. Y colorín colorado, esta historia llena de dulzura y enseñanzas ha terminado.

FIN.

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