La pizza perdida
Era un hermoso día de sol y Emilia, Nicole y su tía decidieron ir a la plaza para disfrutar del aire libre. Llevaron una manta y se sentaron debajo de un frondoso árbol.
- ¡Qué lindo es estar al aire libre! - exclamó Emilia mientras extendía la manta en el césped. - Sí, Emilia, es maravilloso poder disfrutar de la naturaleza - respondió su tía mientras sacaba una caja de pizza del bolso.
Nicole abrió los ojos grandes como platos al ver la pizza. Era su comida favorita y no podía esperar a comerla. - ¡Pizza! ¡Mi comida preferida! - exclamó Nicole emocionada. Las tres comenzaron a comer con gusto mientras charlaban sobre sus cosas favoritas.
Pero algo inesperado ocurrió: justo cuando estaban por dar el primer bocado a sus rebanadas de pizza, un perro callejero apareció corriendo hacia ellas y les arrebató las pizzas de las manos.
- ¡Ay nooo! ¡El perro se llevó nuestras pizzas! - gritó Emilia desesperada. Nicole comenzó a llorar sin consuelo mientras su tía trataba de calmarlas a ambas. Pero entonces, un niño que había estado observando desde lejos se acercó corriendo con una sonrisa en el rostro.
- No se preocupen, yo puedo ayudarles - dijo el niño seguro de sí mismo. El niño tomó una pelota que tenía en su mochila y le hizo señas al perro callejero para jugar.
El animalito soltó las pizzas y empezaron a correr y jugar juntos. - ¡Wow! ¡Eres un genio! - exclamó Emilia, impresionada por la astucia del niño. Nicole dejó de llorar y comenzó a reír mientras veía al perro saltar y mover su cola felizmente.
El niño se acercó a ellas y les entregó las pizzas que había recuperado. - Aquí tienen, pueden disfrutarlas ahora - dijo el niño amablemente. Emilia, Nicole y su tía le dieron las gracias al niño y empezaron a comer con alegría.
Mientras saboreaban cada bocado, Emilia tuvo una idea brillante. - ¿Sabes qué? Podemos compartir nuestra pizza contigo si quieres - propuso Emilia. El niño sonrió ampliamente y aceptó encantado la invitación.
Los cuatro compartieron la comida bajo el árbol mientras charlaban sobre sus vidas. Resulta que el niño se llamaba Lucas y vivía en un orfanato cercano. No tenía familia con quien compartir momentos especiales como ese día en la plaza.
Después de terminar la pizza, Emilia, Nicole y su tía invitaron a Lucas a jugar en los juegos del parque. Pasaron horas corriendo, riendo y divirtiéndose juntos hasta que llegó la hora de irse a casa.
- Gracias por hacer este día tan especial para mí - dijo Lucas emocionado antes de despedirse. - Gracias a ti también por ayudarnos cuando más lo necesitábamos - respondió la tía de Emilia con gratitud en su voz. Los días siguientes fueron diferentes para todos ellos.
A Emilia le quedó grabada una valiosa lección: siempre hay bondad en el mundo y no importa cuán difícil sea la situación, siempre habrá alguien dispuesto a ayudar.
Desde aquel día, Emilia, Nicole y su tía decidieron hacer una visita frecuente al orfanato para llevar alegría y compartir momentos especiales con los niños que allí vivían.
Y cada vez que comían pizza en la plaza, recordaban aquel inolvidable día en el que un perro travieso les hizo conocer a Lucas, su nuevo amigo.
FIN.