La pizzería de los amigos animatrónicos



Había una vez en una pizzería muy especial, dos animatrónicos amarillos llamados Conejito y Osito que tocaban la guitarra y cantaban canciones alegres para entretener a los niños.

Eran los mejores amigos y siempre estaban dispuestos a hacer sonreír a todos los pequeños que visitaban el lugar. Un día, tres niños malcriados estaban molestando a un niñito de seis años llamado Tomi. Lo perseguían por toda la pizzería, haciéndole bromas pesadas y riéndose de él sin parar.

Tomi, asustado y triste, decidió esconderse en la sala de los animatrónicos para no ser encontrado por los matones.

Al entrar en la sala, Tomi se tropezó con un cable suelto y cayó encima del animatrónico de Conejito, provocando un cortocircuito que lo dejó inmóvil. Al ver lo sucedido, Osito se acercó preocupado y le preguntó a Tomi si estaba bien. "¿Estás bien, amiguito? ¿Qué te pasó?" -preguntó Osito con voz amable.

Tomi se levantó con cuidado y le explicó lo que había ocurrido con los niños malos. Osito escuchaba atentamente mientras Conejito intentaba reiniciarse sin éxito. "¡Tenemos que ayudar a Conejito a volver a funcionar! ¡Es mi mejor amigo!" -exclamaba Osito angustiado.

Tomi sintió compasión por sus nuevos amigos animatrónicos y decidió buscar una solución. Recordando algo que había visto en una película de ciencia ficción, propuso conectar un cable suelto de Conejito al sistema principal para reiniciarlo.

Con ayuda de Tomi, lograron arreglar el problema técnico y Conejito volvió a moverse y cantar como antes. Los tres celebraron juntos el éxito de su misión con abrazos emocionados. A partir de ese día, Tomi se convirtió en el protector secreto de los animatrónicos.

Siempre les avisaba cuando algún niño necesitaba consuelo o protección contra los matones traviesos. Juntos formaron un equipo inseparable que velaba por la alegría y seguridad de todos en la pizzería.

Los niños malcriados aprendieron una gran lección aquella tarde: nunca subestimar el poder de la amistad verdadera y la solidaridad entre diferentes seres. Aprendieron a respetar las diferencias e incluso comenzaron a disfrutar las canciones divertidas interpretadas por Conejito y Osito junto con Tomi.

Y así, gracias al valor, ingenio y empatía del pequeño Tomi, la pizzería se convirtió en un lugar lleno de risas sinceras donde cada uno era aceptado tal como era: único e irrepetible.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!
1