La planta mágica


En un hermoso jardín vivía una planta muy especial. Su nombre era Florinda, y tenía la capacidad de conceder deseos a quienes cuidaran de ella con amor y paciencia.

Un día, llegó al jardín una niña llamada Ana, quien descubrió a Florinda y decidió cuidarla con todo su corazón. Con el tiempo, la planta creció y floreció, llenando el jardín de colores y aromas.

Ana, agradecida por la belleza y alegría que Florinda le brindaba, le pidió un deseo: que todos los niños del mundo tuvieran la oportunidad de aprender y jugar en un ambiente seguro y feliz.

Con un destello de magia, Florinda concedió el deseo de Ana, y pronto se convirtió en símbolo de amor, alegría y educación en el jardín y más allá. Desde entonces, los niños y niñas de todas partes cuidaban de sus propias plantas mágicas, aprendiendo la importancia del amor, la paciencia y la gratitud.

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