La planta mágica de la alegría



Había una vez, en la hermosa rivera del río Supe, una civilización antigua llamada los "Agricultores Felices". Estos simpáticos habitantes se dedicaban a cultivar la tierra para obtener alimentos y vivir en armonía con la naturaleza.

En el corazón de este pueblo, vivía un niño llamado Mateo. Desde muy pequeño, Mateo mostraba un gran interés por las plantas y siempre estaba dispuesto a aprender sobre cómo cuidarlas.

Pasaba horas observando cómo crecían las flores y los árboles, maravillándose con cada etapa de su desarrollo. Un día soleado, mientras paseaba por el campo, Mateo encontró una semilla misteriosa.

Era diferente a todas las demás que había visto antes: tenía un brillo especial y sus colores eran más intensos. Sin pensarlo dos veces, decidió llevarla a casa para plantarla en su pequeño huerto. Mateo preparó cuidadosamente la tierra y colocó la semilla en un lugar donde recibiría suficiente luz solar.

Todos los días regaba con amor su nueva planta esperando ansiosamente ver qué tipo de sorpresa le traería. Pasaron los días y Mateo no podía contener su emoción al ver que aquella semilla misteriosa comenzaba a brotar.

¡Era algo completamente nuevo! La planta tenía hojas brillantes y crecía rápidamente ante sus ojos curiosos. Un buen día, cuando el sol iluminaba fuertemente el cielo azul, Mateo notó algo extraordinario: ¡su planta había dado frutos! Eran unas frutas redondas y jugosas que parecían tener poderes mágicos.

Mateo decidió probar una y, al hacerlo, sintió una energía revitalizante recorrer todo su cuerpo. Emocionado, Mateo corrió a contarle a su abuelo lo que había descubierto.

Su abuelo, quien era el sabio del pueblo, escuchó atentamente y sonrió con orgullo. Él conocía la leyenda de la semilla misteriosa y sabía que solo los corazones puros como el de Mateo podían encontrarla. El sabio explicó a Mateo que aquella planta especial era llamada "La Planta de la Alegría".

Sus frutos tenían el poder de llenar de felicidad a quien los consumiera.

El abuelo también le contó sobre un antiguo ritual en el que todos los habitantes del pueblo debían plantar una semilla cada año para mantener viva la alegría en sus corazones. Desde ese día, Mateo se convirtió en el guardián de La Planta de la Alegría y enseñó a todos los niños del pueblo cómo cultivarla con amor y cuidado.

Juntos, crearon hermosos jardines llenos de estas maravillosas plantas que traían sonrisas a todos los rostros. Con el tiempo, la civilización antigua de los Agricultores Felices se volvió famosa por su alegría desbordante y sus hermosos jardines.

Personas venidas de lejos visitaban sus tierras para aprender sobre las semillas mágicas y llevar consigo esa felicidad tan especial.

Y así, gracias al espíritu curioso e inquieto de Mateo, esta civilización logró prosperar y vivir en armonía con la naturaleza, recordando siempre que el amor y el cuidado hacia las plantas pueden traer alegría a nuestras vidas.

FIN.

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