La planta que no creció


Había una vez un niño llamado Saúl Leire, quien vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y animales curiosos. Saúl era un niño muy inquieto y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, Saúl encontró una extraña planta brillante en medio de la maleza. Sin pensarlo dos veces, decidió llevarla a su casa para cuidarla.

La colocó cerca de la ventana, donde pudiera recibir suficiente luz del sol. "¡Mamá! ¡Mira lo que encontré en el bosque!"- exclamó emocionado mientras le mostraba la planta a su madre. Su madre sonrió y le dijo: "Es muy bonita, Saúl.

Pero recuerda que las plantas necesitan agua y cuidados especiales para crecer fuertes y sanas". Saúl entendió el mensaje de su mamá y se comprometió a cuidar de esa planta con todo su amor.

Todos los días regaba la planta con cariño y le hablaba dulcemente para animarla a crecer. Pero pasaron los días y nada parecía cambiar. La planta seguía igual, sin mostrar señales de vida. Saúl comenzó a sentirse desanimado, pensando que había hecho algo mal.

Un día, mientras paseaba por el pueblo, se encontró con Don Tomás, el jardinero del lugar. Don Tomás era conocido por tener un jardín lleno de flores hermosas. "Don Tomás ¿puede ayudarme? He estado cuidando esta planta durante semanas pero no crece"- dijo Saúl preocupado.

Don Tomás sonrió y le preguntó: "¿Le has dado suficiente amor y cuidado, Saúl?""Sí, he regado la planta todos los días y le hablo para animarla"- respondió Saúl.

Don Tomás reflexionó por un momento y luego dijo: "A veces, las plantas necesitan más que solo agua y palabras. Algunas necesitan ser trasplantadas a un lugar con mejores condiciones o recibir nutrientes adicionales". Saúl entendió el mensaje de Don Tomás y decidió seguir su consejo.

Con mucho cuidado, sacó la planta de su maceta y la llevó al jardín de Don Tomás. Allí, rodeada de otras plantas saludables, podría encontrar todo lo que necesitaba para crecer.

Pasaron los días y Saúl visitaba constantemente el jardín de Don Tomás para ver cómo estaba su planta. Para su sorpresa, poco a poco comenzaron a aparecer hojas nuevas en ella. "¡Mira mamá! ¡Mi planta está creciendo!"- exclamó emocionado cuando volvió a casa.

Su madre sonrió orgullosa y le dijo: "Ves Saúl, a veces es necesario cambiar de entorno para poder crecer". Desde ese día, Saúl aprendió una valiosa lección sobre la importancia del amor, el cuidado y saber cuándo pedir ayuda.

Cada vez que veía una planta o flor en problemas, recordaba lo que había aprendido con su propia experiencia.

Y así fue como Saúl Leire se convirtió en un joven jardinero que ayudaba a embellecer no solo su pueblo sino también los corazones de aquellos que encontraban en las plantas una fuente de alegría y esperanza.

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